Opinión

Crisis y pesimismo en Davos

La otra realidad ineludible es la crisis alimentaria. El cambio climático ha agravado la sequía y desertización en muchos países y viene siendo causa de hambruna y emigración

La crisis energética y alimentaria impregna el encuentro de los líderes políticos y económicos en el Foro Económico Mundial de Davos.

La previsión de un crecimiento moderado, el aumento de la inflación y la reducción de los ingresos son las principales preocupaciones de los líderes allí reunidos, cuya frustración ante la falta de recuperación económica que preveían tras la pandemia les está llevando a inclinarse por la propuesta de soluciones que, más que garantías de solucionar los problemas comportan amenazas de cara al futuro y a la calidad de vida de las personas.

Sin olvidar que las consecuencias del neocapitalismo extractivista y salvaje ya estaba poniendo contra las cuerdas al sistema, la guerra en Ucrania ha venido a complicarlo todavía más acelerando un proceso de devenir incierto.

Con respecto a la crisis energética, tan injustificable es el planteamiento de inversiones en combustibles fósiles como preocupante es la propuesta del presidente de la Agencia Internacional de la Energía, Fatih Birol, pronunciándose a favor del incremento de la producción nuclear en aquellos países que tengan capacidad para ello y que, si bien dice apostar por las energías renovables, tampoco se para en establecer las necesarias garantías para una implementación racional que garantice eficiencia y responda a las exigencias de estudios exhaustivos sobre impacto medioambiental, respeto a los ecosistemas, zonas protegidas y garantías de preservación de los terrenos de cultivo.

La preocupación por el descenso de la actividad y la pérdida de ingresos es lo que más preocupa a los actores económicos allí reunidos y, en este sentido, es de destacar la postura de C. Legarde que, (como ya es habitual en ella), todo lo resuelve proponiendo reducciones, en este caso de salarios y pensiones, anteriormente era reducción de la población mundial. La verdad es que hay propuestas que dan escalofríos, sobre todo si recordamos la historia y las ponemos en contexto con otras propuestas de líderes actuales

Dos noticias leídas estos días me hacen temer terribles consecuencias para los más desfavorecidos, condición de la que nadie está libre. La primera estaba relacionada con una prohibición de instalar tiendas de campaña en los EE UU y que afectará a las personas sin techo. En la otra, Martin Armstrong informaba de que Canadá había iniciado un programa de eugenesia. Se trata del programa de Ayuda Médica para Morir, destinado a la eutanasia legal a las personas que padecían enfermedades terminales, posteriormente ampliado a enfermedades psiquiátricas y que "ahora fomenta la muerte de aquellos demasiado pobres para seguir viviendo con dignidad".

El Foro de Davos reconoce que la crisis energética tendrá costos muy elevados y exigirá sacrificios pero no explicita como se distribuirá la repercusión de los mismos, limitándose a señalar únicamente que perjudicará más a los países importadores. Sin embargo, por lo que hasta ahora ha trascendido, todo apunta que será la clase trabajadora la que cargue con los sacrificios, tanto los derivados de los recortes como los de la pérdida de actividad. Con los precios disparados y los salarios y pensiones recortados o congelados… ¡a saber lo que nos puede tocar!

La otra realidad ineludible es la crisis alimentaria. El cambio climático ha agravado la sequía y desertización en muchos países y viene siendo causa de hambruna y emigración; a la crisis climática hay que añadir la subida de precios de los alimentos a causa del incremento del precio de la energía, que a su vez provoca escasez de fertilizantes y reducción de las cosechas. Y como no podía ser de otro modo, una vez más, la guerra en Ucrania también en este caso pone la guinda.

Ucrania y Rusia representan un tercio de la producción mundial de trigo y debido a la guerra, el trigo ucraniano ha detenido su salida del llamado "granero del mundo"; la sequía está reduciendo la producción en todo el mundo y la ONU ya fue alertada de que la reserva mundial de trigo ha caído de forma estrepitosa. Actualmente solo quedan reservas para 10 semanas de consumo global en los inventarios de todo el mundo.

Los niveles de los inventarios de grano en el mundo, según los modelos creados por Gro Intelligence, sitúan las reservas en torno al 20% de la estimación de consumo anual. Son unas cifras que jamás se habían visto tan bajas.

Recientemente, el Jefe del Programa Mundial de alimentos, David Beasley, advertía de la hambruna global y de que el precio de un alimento tan vital como el trigo aumentaría un 40% este año, mientras que otros alimentos como aceites, carnes y otros cereales alcanzarían precios nunca vistos hasta ahora.

Según datos del análisis del Foro de Davos, los precios de los alimentos alcanzarán su mayor crecimiento en los próximos diez a doce meses si continúa la confluencia de la escasez de fertilizantes y la bajada de la producción junto con el bloqueo de salida de cereales de Ucrania.

Decía el vicepresidente de Tanzania que el mundo podía tener alternativas al suministro alimentario si se hubiesen preocupado de solucionar conflictos olvidados como los del Congo, Sudán del Sur, República Centroafricana o Mozambique. Tal vez el hambre sea lo único que nos haga ver las otras ucranias. Quizás entonces logremos entender las consecuencias de las guerras y, a propósito, no quiero cerrar este artículo sin recordar a Julio Anguita y sus palabras al respecto: "malditas sean las guerras y los canallas que las hacen".

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