Opinión

Crisis de seguridad alimentaria

Nos están alertando de una hambruna mundial debido a las sanciones impuestas a Rusia, aunque a decir verdad, si el sistema capitalista continúa sin afrontar seriamente la crisis climática y el decrecimiento imprescindible, tarde o temprano acabaríamos en la crisis energética y la consiguiente hambruna. Lo que ocurre con la guerra en Ucrania es que viene a precipitar un colapso con mayor rapidez.

La crisis energética no es nueva y viene siendo desatendida y paliada en parte con medidas que amenazan la soberanía alimentaria del planeta. Actualmente en Europa se queman diariamente 10.000 toneladas de trigo para biocombustibles y, las sanciones impuestas a Rusia agravan el problema energético y alimentario, sobre todo para la U E que las secunda.

Un estudio de Ecologistas en Acción cuantifica el impacto de utilizar alimentos para mover los vehículos en el contexto de crisis energética y desabastecimiento de cereales y alerta de que el empleo de materias primas para producir biocombustibles contribuye de forma directa al encarecimiento de los alimentos y pone en riesgo la seguridad alimentaria de millones de personas en todo el mundo. Por esa razón, una coalición de organizaciones europeas han pedido a sus respectivos gobiernos la inmediata suspensión del uso de alimentos para producir combustibles.

La organización Transport & Environment, señala que las 10.000 toneladas de trigo que Europa quema actualmente para biocombustible equivale a 15.000.000 de hogazas de pan de 750 gramos cada una. El etanol fabricado con el trigo se utiliza como combustible en los automóviles. Según el estudio realizado por esta organización ecologista, eliminar la quema de trigo destinada a los biocombustibles europeos podría compensar en más del 20% la falta de suministro de trigo ucraniano en el mercado mundial.

El trigo no es el único alimento destinado a combustible. Otros productos como maíz, cebada, palma, soja, colza, caña de azúcar y remolacha azucarera llevan el mismo destino. El daño que esta práctica produce, y que puede agravarse con la escasez de energía, va desde el encarecimiento de dichos alimentos de primera necesidad, la destrucción de ecosistemas naturales y pérdida de biodiversidad, daño al que hay que añadir el impacto medioambiental con la deforestación para producir dichos cultivos y la contaminación que suponen.

La UE lleva más de una década con esta práctica y se ha demostrado que es muy ineficiente y genera una cascada de problemas que no la refrendan como alternativa viable. Sin embargo, Transport & Environment denuncia que “la industria de los biocombustibles está intensificando sus esfuerzos de presión para que más cereales como el trigo y el maíz sustituyan al petróleo ruso. Al hacerlo, se está aprovechando cínicamente de la preocupación de la gente por los precios de los combustibles, anteponiendo el beneficio a la seguridad alimentaria.

El problema de la escasez y encarecimiento de la energía repercute en escasez y aumento de precios de los alimentos y puede dar lugar a desabastecimiento y hambruna; situación que se puede dar por diferentes razones en toda la cadena de producción y distribución, a lo que hay que sumar el peso de la especulación financiera.

La producción agraria de alimentos necesita abonos y los precios record del gas natural en Europa han aumentado significativamente el coste de producción de amoníaco, principal insumo para la fabricación de fertilizantes nitrogenados. En nuestro país han cerrado fábricas de fertilizantes por esta razón. Ahora existe otro problema añadido, la importación de potasa procedente de Rusia está afectada por las sanciones que EE UU y la U E le impusieron. EE UU se está planteando obtenerla de Canadá, pero ¿habrá suficiente para todos? ¿Y el precio?

Yara pone en consideración, con respecto a los fertilizantes, que la seguridad alimentaria está en riesgo por la subida de precios de los principales insumos para la producción y que actualmente se está produciendo un efecto dominó en la industria de los fertilizantes que tendrá repercusión en la nutrición de los cultivos y con ello, en la nutrición animal y humana. Nuestra alimentación depende de la agricultura y la ganadería.

El encarecimiento de la energía y de otras materias, (por ejemplo, la urea subió su precio un 300% desde 2020), el desabastecimiento de la cadena de suministros motivado por la pandemia, el encarecimiento de los fletes de contenedores en un 79% con respecto al año anterior, y ahora la incertidumbre geopolítica empeorada por la guerra y las sanciones, son variables que afectan tanto al precio como a la disponibilidad de los insumos y dificultan la garantía de las cosechas y la seguridad del suministro alimentario.

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