Opinión

La desmaterialización del mundo actual

La desmaterialización conlleva la pérdida de la naturaleza de las cosas. Nos encontramos ante una información deformativa donde falso y verdadero ya no se distinguen, circulando sin referencia alguna a la realidad; donde el orden digital pone fin a la era de la verdad y, la información que circula y el modo en que lo hace, puede hacer que las fake news puedan resultar más efectivas que los hechos reales. 

Cuando lo que se valora de la información es a corto, la eficacia sustituye a la realidad y por esa razón, la comunicación está dominada por los afectos y las emociones y no por la racionalidad y la realidad. Y puesto que los afectos y emociones son mutables pueden terminar creando desestabilización. 

Dice Byung Chul Han que de esta forma se termina desestabilizando la vida, pero tal cosa sucede porque vivimos en una época en la que se han roto otros aspectos que contribuyen a la estabilización y, en este sentido, habla de loa “ruptura de las arquitecturas temporales estabilizadoras entre las que se encuentran los rituales” y por ello afirma que se requiere otra política del tiempo para volver a estabilizar la vida, porque todos los valores que estabilizan la vida requieren tiempo. 

El concepto de ritual se define como el conjunto de acciones ceremoniales que se realizan de forma reiterada y que poseen un valor simbólico o representativo, se trate de acciones inscritas en una ideología, un credo o en una tradición cultural determinada. El ritual cumple una función sociológica reforzando las estructuras sociales mediante ritos que codifican y expresan las experiencias básicas de la comunidad y abarcan la cosmovisión, los valores y las actitudes vitales para la supervivencia y la reproducción de la comunidad. 

El término rito, de origen latino, se refiere a una costumbre o ceremonia que se repite de forma invariable; su contenido es simbólico y suele expresar algún mito. Los rituales son acciones realizadas principalmente por su valor simbólico y pueden tener múltiples objetivos, desde la veneración de una deidad, rechazo a una fuerza que se considera maligna, o celebración de momentos o hechos agradables. 

Aunque tradicionalmente se han asociado los rituales a la brujería, su práctica es más amplia y diversa y está asociada con las creencias de una comunidad y acompaña a las personas en toda su existencia. Podríamos hablar del duelo, prácticas funerarias, de transición a la fase adulta, o de las prácticas recreativas, deportivas o políticas, por ejemplo. Y sería en este sentido socializador y comunitario Enel que estaría el énfasis de Chul Han. 

El ritual no solo es la realización de la ceremonia, comprende el proceso de preparación, la ejecución y la reintegración posterior en la vida cotidiana porque los ritos proporcionan el sentimiento de pertenencia al grupo y da sentido de identidad a los individuos que lo forman, sea familia, comunidad o más amplio. También contribuye a hacer predecible la vida y trasmite cultura, valores y normas perdurables; además aportan contención a las emociones en situaciones de crisis vitales, por lo que se diría que contienen efectos terapéuticos. 

Cuando Chul Han habla de otra política del tiempo para volver a estabilizar la vida, es porque la información actual excluye la observación lenta, reposada y larga, eliminando así la posibilidad del aspecto placentero de la información y retenernos en ella para reflexionar y en lugar de ello, corremos tras una ingente acumulación de datos sobre los que no nos detenemos y por eso no adquirimos la experiencia y el conocimiento, perdiéndonos así la posibilidad de alcanzar la sabiduría. 

Al perder la posibilidad de comunicarnos en comunidad lo que hacemos es almacenar gran cantidad de datos sin recuerdos que conservar asociados a ellos. Del mismo modo, acumulamos “amigos” y “seguidores” pero no encontramos al otro, porque el orden terreno, (la comunidad, la relación con el otro), está siendo sustituido por el orden digital que desnaturaliza las cosas del mundo informatizándolas. 

Ese sería el camino por el que estamos transitando de la Era de las cosas a la Era de las no cosas, donde el mundo se vuelve intangible y espectral; un mundo que Zygmunt Bauman describió como "no sólido". El sociólogo que había acuñado el concepto de modernidad líquida, sociedad líquida, o amor líquido para describir el momento actual de la historia hacía referencia a la pérdida de las realidades sólidas y estables de nuestros abuelos para dar paso a una sociedad donde el trabajo, el matrimonio y, en definitiva, los valores estables y compartidos de la sociedad se desvanecían frente a un mundo ansioso de novedades, agotador, provisional y precrio. 

Bauman hizo referencia a que el hombre, tras el terremoto de Lisboa de 1755, ante un hecho hostil de la naturaleza, quiso poner el mundo bajo la administración humana y reemplazarlo por lo que él pudiera diseñar. Pero no hay que confundir el hecho de que Rousseau, Voltaire o Holbach quisieran cambiar el antiguo régimen y hacerlo de nuevo en el molde de la racionalidad, con el mundo de hoy; ellos no lo pretendían refundir porque no les gustara lo sólido, sino porque creían que el régimen no era suficientemente sólido. Buscaban la modernidad sólida. 

¿En qué momento la modernidad sólida se transformó en modernidad líquida; las cosas en no cosas, donde ya nada es sólido y la información determina el mundo? 

El fetichismo de las cosas ha dado paso al de la información y nos hemos vuelto infómanos, pero no verdaderamente informados. Tal vez por eso no nos hemos vuelto más felices ni más sabios.

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