Opinión

Educación y desarrollo

Siempre he considerado la educación como herramienta imprescindible para el desarrollo integral de la persona, tanto en conocimientos y capacidades como para superar los estados de dependencia, desigualdad y pobreza.

Tanta es la importancia de la formación e información veraz en la vida de las personas que, cuando se quiere evitar la emancipación de la mujer o de un colectivo o un pueblo oprimido, quienes se benefician de esa situación vetan sistemáticamente el acceso de esas personas a la formación y al conocimiento liberador. De ahí el empeño por controlar tanto la educación como la información.

Ahora que comienza el nuevo curso raro es el medio de comunicación que no toca el tema en alguno de sus aspectos; sin embargo pocas reflexiones encontré tan interesantes como las expuestas por Miguel Ángel Santos Guerra en lo que él llama "Mi credo para el nuevo curso", con el que da la bienvenida en su columna al nuevo curso escolar, aludiendo a John Dewey y la publicación de su Credo pedagógico en 1897 en cuyo texto expone sus convicciones sobre el aprendizaje, la escuela y la sociedad. Sus reflexiones tienen plena vigencia a día de hoy y encajan con las advertencias que grandes Maestros recientemente fallecidos, cómo José Luis Sampedro y Julio Anguita, hicieron en su llamamiento a la toma de conciencia de la juventud.

Tal como señala Santos Guerra, la educación es la piedra angular del desarrollo social y moral de la sociedad, y considera que la solución a los problemas reales del mundo está en las escuelas; desde luego no está "en los despachos ministeriales, ni en los bancos, ni en los cuarteles, ni en las multinacionales, ni en las iglesias", opinión de la que participo como tantas otras personas que consideran que el futuro de la humanidad está en quien gane la carrera entre la educación y capacidad de desarrollar pensamiento propio para cambiar el paradigma, o triunfe la manipulación y el continuismo de la ceguera mercantilista que nos está avocando a la catástrofe.

La verdadera educación tiene un componente crítico que es enseñar a pensar y tener un comportamiento ético; va más allá de la instrucción y el enseñar qué pensar. La educación está orientada a enseñar a ser y a ser libre, mientras que el adoctrinamiento no acepta la libertad del alumno y el enfoque está en la socialización para el éxito individual. Tal como expone Santos Guerra, no hay conocimiento útil si no nos hace mejores personas; por esa razón lo importante en la escuela no es formar a los mejores, sino a los mejores para el mundo. Y el ejemplo que pone de cómo los mejores profesionales en su oficio diseñaron las cámaras de gas en la Segunda Guerra Mundial, es bien ilustrativo del sentido de lo que quiere expresar.

Otra condición que debe reunir la escuela es fomentar la igualdad, y eso hace imprescindible la coeducación como estrategia, sin olvidar que debe ser inclusiva y atender a la diversidad. No olvidemos que la escuela es un laboratorio de convivencia que debe formar ciudadanos libres, no clientes ni súbditos.

La situación social que nos toca vivir requiere una reflexión muy seria por parte de toda la ciudadanía, pero concierne de forma más amenazante a las generaciones que nos sucederán, y por ello es hoy más necesario que nunca que prestemos atención a la educación de la juventud.

Decía José Luís Sampedro que el desarrollo pensado en el beneficio económico ha llevado al desastre y, en un plazo muy próximo, se agotarán los recursos y se habrá destruido el medioambiente de tal modo que ni pueda haber progreso con este tipo de desarrollo ni habrá futuro, porque se fundamenta en unas bases perversas.

"Si queréis tener futuro", decía Sampedro a los jóvenes, debéis huir de esta farsa que nos ha enseñado el sistema; "una farsa que explotan los que tienen a costa del resto y, gracias a esa injusticia, se puede mantener la situación económica actual; pero el futuro que vosotros tendréis que aplicar tendrá que ser ecológico, por respeto al medioambiente, aunque no sea más que por respeto a los hijos y nietos que lo van a heredar". Ese desarrollo deberá ser ético, de todos y para todos.

Ese futuro que preconizaba Sampedro deberá ser "sin iglesias ni economía de mercado". Y hablaba de la necesidad de las tres pes que consideraba fundamentales: Palabra del Pueblo en la Plaza. También tachaba de farsa la democracia representativa que nos están vendiendo, "porque se nos educa desde la infancia para no tener pensamiento propio y personal de cada uno, y si uno no hace más que repetir el dogma que le han colocado en la infancia, o los credos que le han colocado después, no tendrá libertad; sin libertad de pensamiento propio no hay libertad, ni democracia ni libertad de expresión que valga".

También hacía una crítica a las redes y medios de comunicación; los consideraba medios de desinformación y ocultación, manipulando la opinión pública en función de intereses espurios, y consideraba que para que el pueblo tenga poder, la política tiene que estar asentada en la participación local, cosa que no sucede en las naciones Estado actuales.

Julio Anguita dijo a los jóvenes "chavales que me estáis viendo, no tenéis futuro alguno, salvo que cambiéis, no que os cambien los demás, que luchéis para que no os lo cambien los demás"; ésta afirmación está hecha en 1996, y los remitía al Informe Petras, hecho por un sociólogo por encargo del Gobierno de España y que debería servirles de advertencia si querían tener futuro. Les invitaba a la rebeldía, pero a la rebeldía de la lucha, al abandono de la resignación y a prepararse para hacer mucho trabajo con los demás para cambiar el futuro.

En "Un nuevo proyecto de país. Vida buena y trabajo decente", Yolanda Díaz invitaba a una utopía del siglo XXI con los "nadie" de Galeano. Esos "nadies" de nuestro mundo con los que hacer un planeta habitable y justo, al servicio de las personas y no de la economía de mercado y de los intereses que promueven las guerras.

Parece bien claro que ningún partido político nos va a salvar si nuestra acción social activa no está presente en las organizaciones sociales de base. También resulta evidente que para ello necesitamos una juventud educada con capacidad de análisis y pensamiento crítico, con ética solidaria y sentido de equidad y justicia.

Si queremos tener futuro, cambiemos todos. Sabemos por dónde hay que empezar.

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