Opinión

El cementerio y la mafia

ASISTIMOS a un bombardeo constante y culpabilizador con el tema de los llamados 'migrantes' y el drama que están viviendo en la sepultura más concurrida que parece ser el Mediterráneo. A esta situación, dramática desde luego, conviene hacerle varias matizaciones de las que poco o nada se habla.

Para empezar, el término 'migrante' (el que migra de un país a otro) no diferencia entre emigrantes e inmigrantes, sean legales o ilegales, y deja desdibujada la especial condición de los refugiados. Las características de unos y otros no son idénticas y el tratamiento y protección legal de la que gozan tampoco. Es posible que hablar de 'migrantes' sea un eufemismo para no hablar de inmigrantes ilegales pero eso tiene un coste muy injusto para algunos. Otra situación curiosa es la producida con los últimos recogidos de una embarcación estos días y que según las noticias difundidas sí reunían los requisitos legales que les daban derecho a desembarcar pero no pudieron ejecutarlo porque los recogidos con anterioridad en aguas internacionales y no estaban autorizados a desembarcar exigieron que si no bajaban todos, los autorizados tampoco.

Tanto el Open Arms de bandera española como el Ocean Viking de bandera noruega, que recogen a las personas que navegan por el mediterráneo en pateras inmundas, han hecho acusaciones del tipo de "Es infame el silencio de Europa. La falta de humanidad y empatía les hace más culpables"; acusaciones un tanto injustas porque después de todo, es la ciudadanía europea la que está asumiendo el resultado de la llegada masiva de inmigrantes ilegales introducidos por las mafias y, en cierto modo, alentadas por el trabajo de las ONGs que sirve a su vez de publicidad y reclamo propiciando que cada vez más personas se aventuren con la esperanza de ser rescatados.

A estas ONGs esperaba oírles acusar a las grandes corporaciones empresariales y a ciertos Gobiernos, no solo ni mayoritariamente europeos, que están esquilmando las riquezas naturales en los países de origen de los desdichados que huyen de la miseria porque les ha sido arrebatado todo y los Gobiernos corruptos de sus propios países permiten que sean explotados, expulsados de sus tierras y privados de sus recursos y medios de vida. Tal vez de ahí venga la gran mayoría de los inmigrantes. Por otra parte, tampoco se las oye clamar contra las guerras que otros países, con EEUU a la cabeza, llevan a cabo en territorio ajeno, desestabilizando a sus legítimos Gobiernos y provocando el caos por motivos geoestratégicos e intereses económicos. De estos últimos llegan millones de refugiados de guerras causadas por intereses extranjeros y, para colmo, sin la condición de tales reconocida.

¿Por qué no utilizan las ONGs el poder mediático que están teniendo para denunciar esos latrocinios y lo injusto de guerras como la de Libia, Irak o Siria, entre otras? ¿Por qué no denuncian y señalan claramente a los Gobiernos implicados y exigen la restitución de lo que pertenece a esos pueblos y el cese de los expolios? ¿No lo ven o no lo quieren ver porque dependen de las subvenciones de los Gobiernos, o como dicen algunos porque "han hecho de ese trabajo su medio de vida"?.

Ya es hora de poner fin a la sangría humana que, en su desdicha, está siendo el negocio para unos y otros. Es hora de hacerle frente a la causa y dejarse de parches que a su vez sirven para que, cuando llegan a Europa, caigan en manos de mafias que los explotan mediante trata de personas o laboralmente; o sirvan también como arma arrojadiza contra los trabajadores europeos a la hora de que Gobiernos y empresarios les arrebaten derechos, porque esas pobres personas son mano de obra barata sin capacidad reivindicativa al inmigrar de forma ilegal.

Ha llegado la hora de actuar sin paliativos ayudando al desarrollo, penalizando el expolio que hacen las grandes corporaciones extranjeras y los Gobiernos que lo consiente y exigiendo justicia a los países de procedencia y también a aquellos dónde están radicados los explotadores; todo eso necesita medidas internacionales para erradicar el expolio y un trabajo 'in situ' que exige concienciación, formación y empoderamiento de la población nativa, porque el verdadero problema no se soluciona con un tramo de barquero.