Opinión

Hacia la distopía

Aunque todos estamos familiarizados con la utopía no lo estábamos tanto con la distopía, término antónimo, donde la realidad transcurre en una sociedad contraria a la ideal, una sociedad hipotética indeseable.

Al hilo de los acontecimientos que estamos viviendo estos días me viene a la memoria Sara Rosemberg y la reflexión que hace a propósito de la democracia, (“¿La democracia en la que creen vivir es una especie de alucinación colectiva?”), pero que bien podría aplicarse a la realidad de otras situaciones ante las que cabe preguntarse si una alucinación es el resultado de la pérdida del sentido humano que permite ver y entender lo que sucede.

¿Será que la pandemia y la lucha feroz en la esfera política nos han llevado a lo que ayer, en una tertulia de terraza, calificaban de esperpento? Se referían, por supuesto, al brote de covid-19 protagonizado por los estudiantes que viajaron a Mallorca.

Con respecto a lo sucedido en lo que respecta al comportamiento de los implicados las opiniones coinciden en la falta de responsabilidad a la hora de actuar como si el virus no existiera; en ese punto incluso llama la atención el hecho de que los padres, los mismos que exigían a los colegios e institutos medidas de seguridad garantistas para protegerlos de posibles contagios durante el curso, permitieran esos viajes.

De las reacciones posteriores a desatarse el brote, se habla de esperpento, situación distópica, u otros calificativos que van más allá de los comprensibles descuidos y ansias de disfrutar que los jóvenes, tras un año difícil y de restricciones del ocio, pueden tener.

No parece razonable que unos jóvenes que pronto ingresarán en la universidad no hayan aprendido lo más elemental para calibrar riesgos sobre el virus, tanto para sí mismos como para los demás y que, una vez constatado el brote, no tengan la madurez suficiente para soportar unos días de aislamiento en un hotel hasta que se descarte que estén contagiados.

Y claro está, se habla de esperpento y distopía porque no solo muchos de ellos, sino algunos padres y la propia jueza que ordenó su salida del hotel contraviniendo a las autoridades sanitarias y gubernamentales, “olvidaron” que una PCR negativa un día puede ser positiva al siguiente como muy bien se demostró en varios casos, e incluso desarrollar la enfermedad en días posteriores; de ahí la razón de los 10 días de aislamiento para controlar que no se expandiera el brote.

Con muy buen sentido nos recordaron algunos medios de comunicación el aislamiento que se hizo el año pasado a los temporeros entre los que se detectó un brote; en aquella situación, también se les confinó en un hotel y, lo mismo que la huida descontrolada de algunos estudiantes despertó el temor a la dispersión del brote, también entonces lo despertó el hecho de que tres temporeros se escaparan del control.

En Galicia, parte de los estudiantes citados para PCR de control al regreso del viaje, no se presentaron, tal como confirmó la Consellería de Sanidade; algunos de los que se hicieron PCR al regreso, en el aeropuerto de Santiago, dieron resultado positivo pese a que el día anterior habían dado negativo en Mallorca. Incluso uno de los que había abandonado por su cuenta el hotel en Mallorca tuvo que regresar porque comenzó a encontrarse mal. Eso demuestra que si se quiere controlar la pandemia, hay que mantener el aislamiento de los contactos con el brote como indican los rastreadores y los expertos.

Este macrobrote cuyo manejo quedó en buena parte fuera de control debido a la interferencia de la decisión judicial por una parte y a la irresponsabilidad personal por otra, ha venido a reventar las buenas expectativas de recuperación que se estaban dando en Galicia, pero también en otros puntos de todo el Estado, por la expansión de los contagios y necesidad de cuarentena que dichos regresos han provocado.

En un vuelo procedente de Mallorca se detectaron 49 positivos en el cribado en Galicia de los que 33 están directamente relacionados con el foco mallorquín, (que ya provocó 155 casos y 550 contactos localizados en Galicia), y de los 16 restantes se ignora la vinculación.

La mayoría de estos casos y sus contactos directos que requieren aislamiento están en la provincia de Pontevedra, por lo que ya ha supuesto limitaciones de nuevo en diversos Concellos, obligando a cerrar el ocio nocturno y limitando el aforo en los negocios, con las consiguientes pérdidas y la repercusión que eso va a tener tanto para el erario público, (en ERTEs y bajas laborales), como el de los negocios e incluso en los ingresos de algunos trabajadores.

En cuanto al otro aspecto, priorizar a los jóvenes en las vacunaciones para que salgan a divertirse sin riesgo, ya se quejan quienes tienen que estar trabajando y aún no han sido vacunados porque como dicen ellos, “encima de que no podemos eludir el riesgo de contagio, éste tendría para nosotros peores consecuencias clínicas que para los jóvenes, que además no estarían libres de ser portadores”. ¿Acaso les falta razón? ¿O sí?

Yo diría que unos y otros pueden tener parte de razón, o sus razones particulares para pensar de un modo u otro y eso es comprensible y respetable; pero en situaciones que afectan a la salud pública y de rebote inciden en la convivencia y en la economía de la comunidad, la RAZÓN que debería primar sin lugar a dudas es procurar entre todos derrotar esta pandemia lo antes posible.

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