Opinión

Lo insólito de quedarse en casa

La sociedad está tecnológicamente mejor preparada que nunca, pero no lo está antropológicamente para hacer frente a una situación como esta

EN ESTOS días de encierro involuntario, aunque asumido con responsabilidad y disciplina, el tiempo da para mucho para bien y para mal. Todo depende del uso que decidamos hacer con él.

El desgaste psicológico del aislamiento irá dando paso a la situación dolorosa de la propia soledad o a los conflictos afectivos para los que tengan que compartir el aislamiento con quién no quisieran, o en condiciones materiales que terminarán resultando asfixiantes.

La sociedad está tecnológicamente mejor preparada que nunca, pero no lo está antropológicamente para hacer frente a una situación como ésta. No estamos preparados para el aburrimiento y habrá que buscarle formas de combatirlo sin que, en la medida de lo posible, se vuelvan estresantes como puede ser, por ejemplo, la sobreinformación. Y no digamos ya si toca, como viene siendo el caso, lidiar con bulos y guerras de quién hace campaña electoral con esta pandemia olvidando la tensión y angustia que con ello generan en una población confinada qué, a sus miedos a la enfermedad y a la pena de perder seres queridos, se añade tener que tragar a diario la inseguridad creada a través de los medios de comunicación pertenecientes al capitalismo salvaje intentando confundirlos y manipularlos hasta el escarnio en contra del Gobierno en el que deben confiar.

En estos momentos nos está ocurriendo con el tiempo lo mismo que con la vida. Unas veces lo sentimos breve, hermoso, y lo queremos atrapar deteniendo para siempre esos momentos; pero otras se nos vuelve insoportable y angustioso y tan solo deseamos que transcurra cuál mal sueño que se esfuma al despertar.

Estos días de aislamiento en casa son una suerte para quienes además de estar mejor protegidos también pueden disfrutar de la familia y de aquello que la rutina les obliga normalmente a postergar, lectura, música, películas, juegos y entretenimientos múltiples, ternura y cuidados compartidos que habitualmente el ritmo de vida que esta sociedad impone, nos obliga a relegar.

Sin embargo, este tiempo de vivencia en aislamiento no representa la misma suerte para todos. No será grato para algunas de las personas que viven solas, pero tampoco para las que conviven en una misma casa. Es difícil convivir tanto tiempo seguido en tan poco espacio, cosa que ocurre en la mayoría de los casos y que hace aflorar las discrepancias, chirriar las ansiedades de cada cual con las del otro y correr el riesgo de que en lugar de fortalecer los lazos familiares, esta situación inesperada los haga saltar por los aires.

La peor parte en esta situación le toca a las mujeres maltratadas a las que la situación no se les va a volver favorable por arte de magia, si no que ocurrirá todo lo contrario y prueba de ello es el número de mascarilla 19 solicitadas en las farmacias, (y conste que no es fácil poder hacerlo), las intervenciones de la policía al respecto y que aunque el agresor sabe que ahora tiene más difícil escaparse no evitó que siga habiendo asesinatos.

En otro orden de cosas a la hora de afrontar riesgos frente al covid-19, en el contexto de fuera de la casa, la primera línea de asistencia en esta pandemia también está mayoritariamente en manos de mujeres: sanidad y asistencia a ancianos, cajeras de supermercados y otros puestos que en estos días son de alto riesgo para ellas y también para sus familias cuando vuelven contagiadas a sus casas, ( riego este último que afecta a todas las personas que están prestando los servicios esenciales a toda la población y a sus familias).

Hago esta reflexión en torno a las mujeres porque considero que es tributo que se les debe y además, marzo era el mes cuya agenda estaba repleta de actos de todo tipo y reivindicaciones en torno a la mujer y el hecho de que nos invadiera el coronavirus zanjó toda referencia al tema. Entre los actos programados abundaban aquellos que mostraban la relevancia intelectual y artística de muchas mujeres que fueron silenciadas en su día, pero también la reivindicación de la igualdad salarial y la igualdad real de mujeres y hombres; esa desigualdad que hace que la precariedad económica que padecen se cebe con ellas especialmente ahora.

De la valía de las mujeres, tenemos la lección delante de las narices. Desde la investigación, la salud, la política, la administración o el orden, hasta las que trabajan produciendo y comercializando la comida que nos mantiene vivos. Esta pandemia ha puesto sobre la mesa quienes son las personas, (mujeres y hombres), imprescindibles para nuestra vida. Son personas sencillas que trabajan mucho y cobran muy poco.

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