Opinión

Nadar contra corriente

Preocuparse por el cambio climático es nadar contra corriente en los tiempos que corren, pero es imposible no hacerlo si actuamos con coherencia y hacemos lo correcto.

Preocuparse por el cambio climático implica racionalizar la producción y moderar el consumo porque la vorágine del crecimiento continuo y la especulación financiera de una economía extractiva, propia del neoliberalismo, se ha vuelto insostenible tanto por el agotamiento de los recursos del planeta como por la contaminación que produce y el calentamiento global que genera.

El afán de maximizar los beneficios sin reparar en las consecuencias ha llevado a un grado de contaminación del planeta que amenaza la vida en él y la extinción de la especie humana, tal como viene ocurriendo desde hace tiempo, (cada vez a un ritmo más rápido), con la pérdida constante de biodiversidad.

Los científicos advierten desde hace tiempo que la extinción de flora y fauna crece a un ritmo muy preocupante, pero pareciera que hablasen para sordos, a juzgar por los resultados. Sin embargo, debido a la contaminación y a los efectos de la huella de carbono en el calentamiento global y el cambio climático, estos días estamos observando en nuestro país como esta ola de calor ya se llevó por delante 510 vidas humanas de personas mayores, además de las causadas a trabajadores en activo cuya tarea se desarrolla al sol o a causa de los incendios.

Los incendios que están arrasando nuestros montes, al igual que las inundaciones abruptas que tantos daños están causando, son efectos producidos por el cambio climático; ambos fenómenos son causa de muertes de personas y pérdidas económicas importantes, pero también conllevan alteración del ecosistema y pérdida de biodiversidad que alterará nuestra forma de vida de manera dramática. La sequía y los incendios provocan grandes zonas desertizadas en el planeta; por otra parte, el hecho de que estén desapareciendo las condiciones climáticas propias de cada estación dificultan la diversidad de los cultivos estacionales y, si decae la producción de alimentos, lo que acontece es la aparición de la hambruna.

Nadie parece dispuesto a prestar atención a la realidad pese a los desastres que nos están cercando. Es más cómodo y menos traumático negar lo evidente y fiarlo todo a una solución mágica que nos vendrá de una técnica eficaz para revertir todos los desastres que estamos provocando, solventar la escasez y limitación de los recursos del planeta y permitirnos continuar con nuestro ritmo de producción y consumo actual. Pero esa fantasía solo es eso, una fantasía.

La situación actual requiere coherencia. Y la coherencia requiere Decrecimiento. 

Urge detener el calentamiento global que está provocando esta crisis climática. Pero la primera incoherencia que cometen nuestros gobernantes es contravenir lo reconocido como imprescindible: la eliminación del uso de energías fósiles por ser altamente contaminantes. La vuelta atrás en los acuerdos sobre el uso de las energías más contaminantes, abogando por volver al carbón y a la energía nuclear, causan estupor en los científicos y las califican como soluciones suicidas para la humanidad. Si el carbón es el más desechable por contaminante, la energía nuclear lo es por peligrosa, contaminante y porque los insumos que necesita también son recursos escasos.

Si tenemos en cuenta que las energías alternativas tampoco son tan "verdes" como sería deseable, algunos de los materiales necesarios para su implementación son escasos y su capacidad de producción, almacenamiento y red de distribución plantean problemas de difícil solución, no parece que sean una alternativa capaz de sostener el nivel de consumo energético que tenemos actualmente. Recordemos que el 70% de la energía que consumimos ahora no es renovable y estamos hablando de un bien que, además de limitado, no tiene retorno.

Por esas razones y dado el papel que la energía juega en nuestra forma de vida, se impone un cambio de paradigma en el que no queda más alternativa que el decrecimiento frente al actual sistema basado en el crecimiento continuo.

Ni la emergencia climática ni la limitación de recursos del planeta nos dejan muchas opciones, así que ya podemos empezar a ser coherentes, empezando por fomentar la producción y el consumo de proximidad en lugar de traer los alimentos y bienes de consumo de miles de km de distancia, potenciar pequeños modelos de economía más equitativos que ayuden a regenerar la tierra, garantizar el desarrollo agrícola y ganadero y fomentar las infraestructuras comunales. También nuestros hábitos de consumo deben limitarse a lo estrictamente necesario porque estamos agotando materias primas de las que ya no existen reservas o éstas son muy escasas.

Pero la coherencia no solo es imprescindible en lo personal. También hay que exigir coherencia a nuestros líderes y a las empresas. Urge dejar de producir contaminando y las empresas deben reparar los daños que provocaron contaminando la atmósfera, la tierra, los acuíferos y el mar.

Como sociedad es preciso que racionalicemos el consumo y evitemos el despilfarro tanto en lo público como en lo privado, (sobre todo en bienes como el agua y la energía), y se dedique el esfuerzo y la atención a la cooperación, la salud y el bienestar social.

Si actuamos a tiempo habrá esperanza, porque como dice Olga Novo en su hermoso y profundo poema a propósito del incendio que está arrasando el Courel, "Mais chegará o día en que sobre as miñas cinzas abrollará a vida".

Comentarios