Opinión

Las otras Ucranias (continuación)

POR MUCHO que los medios de comunicación persistan en la repetición continúa del tema de Ucrania como si en el mundo no existieran otras guerras, o la guerra en Ucrania comenzara con la actual intromisión de Rusia. La guerra en Ucrania comenzó en 2014 y persiste desde entonces y, tanto en el comienzo como en la situación actual, la mano de los EE UU tuvo entonces y continúa teniendo ahora mucho que ver con lo que ocurre. Ni la guerra de Ucrania es la única actualmente, ni la mano de la hegemonía norteamericana es ajena a la mayoría de ellas.

Si hacemos un breve repaso a los países en guerra en 2022 según datos de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, hay al menos 10 países en guerra actualmente, sin contar Afganistán del que EE UU salió recientemente. Además de la actual en el escenario de Ucrania, (en la que cada vez se reconoce más abiertamente la implicación de EE UU en la confrontación Rusia-Ucrania), si repasamos la lista de países que la citada Fundación señala entenderemos el origen de los desplazamientos migratorios. En esa lista están colombia, Nicaragua, haití, Yemen, Afganistán, Myanmar, Etiopía, Mali, Níger, Burkina Faso, Mozambique, República Democrática del congo, Somalia, países del Magreb: Sahara, Marruecos y Argelia; Siria, Libia, Palestina-Israel con el apoyo de EE UU a éste último, o la confrontación EE UU-China frente a la que los norteamericanos pretenden mantener el dominio hegemónico como única potencia.

Si bien las causas materiales no son en absoluto ajenas a las guerras, las consecuencias en la vida de las personas tienen, según el caso, su propia dinámica y es la población de la zona en conflicto la primera en padecerlas. Muchas de esas personas huyen de los conflictos para salvar sus vidas, dando lugar a la movilización de millones de refugiados. La agencia de la oNU para personas refugiadas, (AcNUR), cifra en 65.000.000 el número de personas que está viviendo esta situación.

Cuando una persona tiene que huir de la guerra se ve obligada a dejar atrás sus raíces, su cultura, su forma de vida, y eso supone una fractura interna en la vida de la persona que, aunque sea intangible, supone un proceso de reconstrucción física y mental para el que muchas de esas personas necesitan ayuda psicológica, cosa que no siempre tienen a su alcance. La ansiedad permanente, depresión, inseguridad y desarraigo son los síntomas más frecuentes y en muchos casos, la persistencia del estrés postraumático.

Esta parte interna, invisible y muchas veces indetectable a simple vista, es una de las consecuencias de la guerra que también puede destruir a las personas aún cuando sigan vivas; pero existe otra destrucción evidente que deja ciudades arrasadas y reducidas a escombros, ausencia de medios de producción, grandes zonas devastadas y convertidas en terrenos infértiles que imposibilitan la supervivencia.

Como señalaba en la anterior parte de estas reflexiones, hay consecuencias que ya hemos empezado a experimentar en la U E a causa de la guerra, pero serán cada vez más dolorosas y empobrecedoras para nosotros, si como pretende EE UU la guerra se prolonga para debilitar a Rusia. El rearme de Ucrania junto con las sanciones económicas, comerciales y financieras cada vez más duras, no solo alejan cualquier posibilidad de diálogo y solución negociada para finalizar la guerra, sino que terminarán con la UE empobrecida y también fracturada por las consecuencias, incluidas las derivadas de unas sanciones que resultan para muchos inasumibles.

En este mundo globalizado, la guerra en un país puede repercutir en todo el planeta. No hace falta que se destruyan ciudades ni siquiera infraestructuras en otro país fuera del escenario de la guerra, basta con cortar el suministro energético necesario para paralizar su industria, la cadena de distribución de insumos, e incluso impedir los cultivos. Rusia y Ucrania están considerados los graneros del mundo, además de la producción de otros insumos, entre ellos el maíz y la remolacha; las tierras negras de Ucrania son de una riqueza inmensa, pero con el país en guerra no habrá siembra y, de continuar la guerra, veremos en qué condiciones de poder producir queda el país.

Las consecuencias de las guerras siempre se terminan extendiendo y con la globalización más aún. Y por lo que parece, cuanto más desarrollados sean los países y mayores las potencias implicadas en ellas, más espectaculares serán las repercusiones.

Lo que ahora nos parece tan terrible –y lo es– porque nos afecta directamente y nos puede trastocar nuestra cómoda vida, no le resulta menos terrible a cada una de las personas que están siendo víctimas de las guerras en el resto de países. Esas personas que llaman a las puertas de Europa pidiendo asilo y que se topan con un muro infranqueable; o las que mueren en el Mediterráneo, víctimas de mafias que las abandonan en el mar a su suerte; las que son vendidas a esclavistas o a proxenetas, esas personas que piden refugio huyendo de las bombas de la guerra y las bombas del hambre... Y digo lo mismo para la avalancha de refugiados de eventos climáticos que se avecinan, esos seres humanos son tan dignos de pan y Derechos como los ucranianos o como tú y yo.

Ahora ya estamos viendo que nadie está a salvo de nada, venga de donde venga y tenga el color que tenga. Las guerras son el problema, no la solución. Gastar el dinero en armas no garantiza Justicia y Paz; de hecho, los países que tienen mayor índice de pobreza y más desigualdad social son los que adolecen de mayor inseguridad

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