Opinión

¿La vuelta al feudalismo?

"Hace muy poco, Javier Ruiz Gaitán ha hecho énfasis en la necesidad de que España ponga en marcha medidas que permitan la efectiva evaluación del trabajo realizado y pasar de las palabras a los hechos"

EL TÉRMINO feudalismo lo acuñaron los historiadores para designar una estructura social que no se podía definir con una sola palabra y que imperó en la Europa Occidental en los siglos centrales de la edad media.

Nació ante la necesidad de financiar a los ejércitos, para contener las invasiones bárbaras y concedió grandes extensiones de tierras a los nobles quienes, a cambio, debían jurarle fidelidad y lealtad a la corona.

Con el correr de los tiempos, el control social, económico, político y judicial se convirtió en hereditario de modo que los señores feudales concedían feudos a sus vasallos, los cuales tenían que realizar el juramento feudal o de vasallaje.

Aunque existían campesinos vinculados a la tierra, éstos no eran tenidos en cuenta por señores y vasallos, de tal modo que en los años siguientes el poder y la riqueza fueron pasando a manos de una minoría favorecida como si de un juego se tratase, con reglas complejas y no siempre claras, en las que no solo el feudalismo concernía a la aristocracia; también participaban abades y obispos que muchas veces luchaban en las batallas junto a los señores. No olvidemos que Dios en la tierra disponía de privilegios y poderes especiales que regían mediante el Papa y otros cargos de cierto rango en la Iglesia.

Ese feudalismo imperante en Europa duró más de 500 años. Había crecido ante la incapacidad de las lejanas instituciones estatales para proporcionar una seguridad que, en cambio, las autoridades locales ofrecían desde los fortificados entornos; comenzó su declive con el auge de los nacionalismos y fue dando paso al capitalismo que, con su modo de producción fue sustituyendo al modo de producción feudal.

El régimen feudal no reinvertía los excedentes, puesto que la nobleza no trabajaba; en cambio en el sistema capitalista los explotaba y expandía la producción más allá de la mera práctica agrícola y ganadera. Con la liberación de la mano de obra del campo a medida que se iba mecanizando, comenzó la producción de bienes y servicios y se desarrolló la industrialización que ofrecía trabajo a la mayoría de la población.

Pero el sistema capitalista fue derivando hacia un capitalismo agresivo, afanado en aumentar las ventas y reducir costes de producción, convirtiendo el aumento de producción y el consumo continuo, junto con la especulación financiera, en su motor de funcionamiento.

En estos momentos de dominio global del neocapitalismo, su extractivismo y el consumo de usar y tirar agota las reservas de muchos recursos necesarios, contaminó el planeta, provocó el calentamiento global y, por otro lado, vino a sustituir la esclavitud de los campesinos en los feudos por esclavitud de los trabajadores en las fábricas y en los servicios. Como dice el filósofo Byung-Chul Han, una de las principales figuras de la filosofía contemporánea, llama a la sociedad del siglo XXI sociedad del rendimiento y el sujeto contemporáneo es un sujeto que se autoexplota y somete a la voluntad de otro, pero que está tan encadenado como lo estaba Prometeo. Y Han se pregunta si es realmente posible aceptar que la libertad actual pueda ser paradójicamente una nueva forma de encadenamiento.

Los campesinos del feudo no recibían retribución alguna por su trabajo, pero ¿podemos olvidar las palabras de Byung-Chul Han cuando nos encontramos ante las condiciones de trabajo y de vida de muchas personas en la actualidad? Si en el feudo el esclavo estaba sometido forzosamente por el sistema, ¿en el capitalismo, el sujeto de rendimiento, no se esclaviza voluntariamente a sí mismo?

Las primeras veces que escuché hablar del "refeudalismo", refiriéndose a la etapa actual, pensé en ese filósofo. Y lo pienso cada vez que saltan noticias de las situaciones de trabajadores explotados económicamente, sobreviviendo en condiciones de miseria e incluso encerrados en naves inmundas; verdaderos esclavos del siglo XXI. Y para encontrarlos, no hace falta que salgamos de nuestro país.

Hace muy poco, Javier Ruiz Gaitán ha hecho énfasis en la necesidad de que España ponga en marcha medidas que permitan la efectiva evaluación del trabajo realizado y pasar de las palabras a los hechos. "Es urgente contar con leyes que garanticen la responsabilidad de las empresas en nuestro país y fuera de nuestras fronteras" afirmaba, y pedía que tanto la cooperación financiera como en la internalización de las empresas se deben incluir estándares que garanticen que no se promueve el trabajo infantil.

En cuanto al trabajo de los adultos en nuestro país, en diciembre de 2020 unos 100.000 jornaleros se movilizaban "por la dignificación del trabajo en el campo" y, en la campaña de inspecciones agrarias de los primeros cinco meses del año arrojó la cifra de 2.862 sanciones, es decir, el 31% de las inspecciones certificaron ilegalidades objeto de sanción.

Si hablamos de irregularidades cometidas por los empresarios con trabajadores en ERTE, uno de cada seis investigados fue objeto de sanción por anomalías en ayudas recibidas como por los salarios percibidos por los trabajadores; el valor de las sanciones supuso 22.000.000 de euros. También podemos hablar de los más de 3.000 falsos autónomos detectados por la inspección de trabajo. Y si consideramos el colectivo de empleadas del hogar, gracias a las inspecciones, se regularizaron 30.000 relaciones laborales en la campaña hasta marzo. Claro que también se puede hablar de empresarios detenidos por irregularidades graves con trabajadores, sobre todo sin papeles, e incluso por montar organizaciones para la trata de trabajadores.

¿Dónde queda la libertad cuando hay hambre?

¿Y qué decir de un Gobierno que rebaja las multas a las empresas eléctricas que incumplen la ley y vacían los embalses, mientras están subiendo los precios de la energía? ¡O que destina cantidades millonarias de dinero público para que los bancos continúen con sus beneficios pese a los despidos de empleados, al cierre de 1.300 oficinas y miles de cajeros en Galicia!

El feudalismo también degeneró en ese juego perverso de favorecer a los ricos a costa de los pobres.

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