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El triunfo del diálogo

Se entiende que en Galiza no se pongan de acuerdo para montar la famosa candidatura nacionalista conxunta converxente de unidade rupturista transversal de esquerdas popular estatalista democrática ecoloxista atlántica representativa galeguista soberanista. Lo que no se entiende es que solamente se vayan a presentar dos candidaturas y no setecientas. Cuando se juntan diez nacionalistas montan doce partidos. Incluso los hay que se afilian a uno para poder escindirse. Hay más partidos nacionalistas que habitantes tiene el país, lo que explica que pueda considerarse un éxito la formación de dos candidaturas. Incluso en una de ellas se meten los de Podemos, que defienden efusivamente el derecho a decidir que no. Después de meses y meses de negociaciones, conversaciones, xantares y xuntanzas, cada una de las dos listas abre los brazos a la otra para que se rinda sin condiciones y poder echarle la culpa de la división del nacionalismo.

Es el triunfo del diálogo. De un tiempo a esta parte todo el mundo quiere hablar con todos los demás. Rajoy no quería hablar con nadie hasta que lo llamó Pedro Sánchez . Luego dijo que también hablaría con Rivera , pero no con Pablo Iglesias porque Pablo Iglesias defiende el derecho de los catalanes a decidir (a decidir que no). Finalmente también llamó a Pablo Iglesias y luego acabó citando a Rosa Díez , a Cayo Lara , a Chiquetete y al pequeño Nicolás . Está dispuesto a hablar con todos salvo con los independentistas catalanes, que son los primeros con los que deberían reunirse todos.

Cuando Cataluña propuso el otro día independizarse todos se sorprendieron. Eso tampoco se entiende. Para una vez que va alguien y cumple una promesa electoral, toda España se vuelve loca, como si nadie lo esperase. Pero no se confíe usted. Todos acabarán liderando su propio frente antiindependentista de unidad nacional innegociable constitucionalista antirrupturista democrático de convivencia igualitaria del estado de derecho innegociable federal autonómico monárquico republicano reformista. Todos están en campaña y las disensiones serán visibles en cosa de días. Ningún líder consentirá que sea otro el que se ponga al frente de la unidad de la nación a menos de dos meses de las elecciones.

El diálogo sirve más que nada para evidenciar desacuerdos. Si todo el mundo estuviese de acuerdo en todo no harían falta las elecciones. Con un escenario tan abierto e imprevisible las estrategias políticas pasan por decirle al ciudadano quién es el que está más en desacuerdo con los demás. Ése será el que salga más beneficiado, el que convenza a los votantes de que nadie como él defenderá la unidad de España o su ruptura, dependiendo de si busca caladeros entre independentistas o entre quienes no lo son.

Fuera de Cataluña, donde el escenario ha quedado más o menos definido hace pocas semanas, los defensores de la unidad de España comenzarán a apuñalarse de un momento a otro. Lógicamente ni Albert River ni Pedro Sánchez consentirán que Rajoy pase por el paladín del frente antiindependentista. Y en el PP tampoco verán con buenos ojos que los demás quieran protagonismos a costa de Rajoy. Pero si lo que querían era hablar sobre cómo afrontar el llamado desafío soberanista podían haber empezado hace un año y no esperar a que Mas cumpliera por fin una promesa. Para Rivera y Sánchez el desafío es vivir en Moncloa y el problema catalán no es más que un buen camino para el camión de la mudanza. Y Rajoy por su parte utilizará a Cataluña para intentar alargar durante cuatro años su agonía. De hecho, si al principio Rajoy no quería hablar con nadie era precisamente para que no llegaran otros a quitarle el puesto de defensor de la unión y su cama en el palacio. De hecho, mientras escribo esto ya veo a Pedro Sánchez rompiendo hostilidades antes de lo previsto y diciendo en un mitin que la deriva soberanista catalana es culpa de Rajoy, con lo que mi pronóstico se está cumpliendo antes de publicarse, antes incluso de darme tiempo a enviar el texto al periódico y eso no es justo ni necesario.

Pablo Iglesias ha decidido ganar la carrera corriendo en otra pista. Proponiendo que sean los catalanes los que decidan quedarse. Puede funcionarle, porque nadie habla de momento de que luego votarían los vascos, que probablemente sí deciden largarse. Nadie quiere decir que la mejor manera de defender la unidad de España es dejar que Cataluña declare unilateralmente la independencia. La principal característica de las declaraciones unilaterales es precisamente la unilateralidad. Si el parlamento catalán es el único que reconoce la independencia de Cataluña, eso tiene el mismo valor que si usted declara unilateralmente ser el obispo de Mondoñedo. Mientras eso solamente lo reconozca usted, carece del menor efecto.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte se aprecia una estrategia que puede ser todavía más eficaz que dejar que los catalanes se declaren independientes, que es la de referirse a Artur Mas como Arturo Mas. Españolizar los nombres de pila de los líderes independentistas catalanes es la vía más corta para mantener intacta la unidad de España, y olé.

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