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El vecino de al lado

Mantener la perspectiva correcta debiera ser importante, creo yo, cuando se tienen determinadas responsabilidades. La reacción adecuada como respuesta a cada acción hostil. Me explico: es posible que se deba bombardear un campo de entrenamiento de terroristas en Siria, aunque tengo mis dudas. Pero pensar que así se evita que un ciudadano europeo, nacido y criado en Europa, coja un fusil y dispare contra todos los que se toman una caña en una terraza, igual es un error. El perfil de buena parte de los yihadisas que han actuado en Europa en los últimos años es el de un joven que quince minutos antes de ser reclutado, se dedica a escuchar rap, a beber cubatas, a fumar marihuana y a subir a las redes sociales las fotos de sus fiestas rave. O sea, como todos los jóvenes que luego no se fanatizan. Muchos son reclutados en los barrios de París, Londres, Bruselas o Madrid, y viajan a algún país musulmán, más para ser adoctrinados que para recibir entrenamiento, pues para pegar cuatro tiros con una bomba adosada a la cintura no hace falta entrenar demasiado. Lo que hace falta es convencerse de que haciendo eso se cargarán a una docena de infieles y acabarán en el paraíso.

La contundencia no debe estar reñida con la inteligencia. Los excesos mal dirigidos no sirven de gran cosa, salvo en según qué caso, para agravar una situación ya de por sí caótica. Se puede evitar un atentado suspendiendo un partido de fútbol o poniendo 2.500 efectivos y tres helicópteros vigilando un estadio, pero los terroristas, que serán lo que usted quiera pero no tontos, saben que pueden intentarlo cada fin de semana en Madrid, en Sevilla o en Valladolid. Será por estadios en España donde se reúnen miles de personas cada domingo. Una guerra que no se libra en un campo de batalla difícilmente se ganará en un campo de batalla. Por eso los terroristas van sumando victorias: porque no se enfrentan a ejércitos. Se enfrentan a ciudadanos desarmados y pueden hacerlo en cada plaza, en cada terraza, en cada discoteca, en cada estadio o en cada hotel de cualquier lugar del mundo en el que se hospeden infieles. No parece que eso se resuelva poniendo y quitando dictadores.

Hace años ya había terroristas musulmanes, casi todos vinculados a la causa palestina, muy bien entrenados y que llevaban a cabo acciones muy dañinas y espectaculares. Eran pocos matando mucho. Con el tiempo han aprendido que es mucho más fácil lavarle el cerebro a unos cuantos miles hasta convertirlos en fanáticos y que salgan a la calle a matar a cualquiera. Secuestrar un avión es complicado, porque se puede extremar la seguridad en cada aeropuerto, pero no se puede garantizar la seguridad en cada terraza. Ni siquiera es necesario pertenecer a un grupo muy bien organizado. Con unos pocos fusiles, unos coches alquilados y unas bombas hechas en casa siguiendo instrucciones que vienen en Internet, con cuatro duros, se organiza una matanza. Luchar contra eso bombardeando posiciones de algún bando en una guerra civil a miles de kilómetros igual no arregla nada. Igual es más barato y más eficaz encarcelar a los que se dedican a comer el coco a un chaval en una mezquita o en una web y dejar que los sirios se arreglen con sus problemas, que bastante tienen con eso, que una cosa es intervenir en una guerra para pararla, como se ha hecho cuando se ha querido, o acoger a los refugiados que escapan de una ciudad que salta por los aires, y otra bien distinta es apoyar a un bando y luego al otro, como en Siria, y ponernos a bombardear como locos para evitar que un belga coja un fusil y se líe a tiros en un bar. Las soluciones deben ponerse allí donde están los problemas, y en nuestro caso los problemas viven en la casa de al lado.

Si yo fuera un ciudadano de París estaría ahora mucho más tranquilo sabiendo que hay más inteligencia policial en mi barrio que mandando bombarderos a Siria o a Irak, donde ni antes ni ahora se nos ha perdido nada. Que se controlan a todos los que van a adoctrinarse y vuelven tranquilamente, que si un belga está fichado por yihadista lo sepa la policía de toda Europa. Y en Siria lo que hay que hacer es no vender armas a nadie ni soltar bombas que no caen sobre el terrorista que siempre saluda cuando nos lo cruzamos en el portal.

Si algo podemos aprender de lo que ha sucedido en las últimas décadas, tras los bombardeos en Afganistán, en Irak, en Libia o en Siria es que todos estábamos mejor antes, no solamente en Europa. También en todos esos países, donde los pueblos han ido a peor. Antes sufrían a un dictador. Ahora están arrasados y siguen sufriendo a un dictador, o a varios. No hemos arreglado nada.

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