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Felipe y Copito

UNA VEZ vi a Felipe González y empecé a compararlo con el gorila Copito de Nieve. No sé. Creo que vi a Felipe ya con el pelo blanco, cuando se volvió rechoncho y encontré cierto parecido físico. Son esas cosas que le vienen a uno a la cabeza, que nadie es totalmente dueño de sus pensamientos, mucho menos de sus divagaciones. Desde entonces, siempre que veo a Felipe mi mente gira hacia Copito. Tantas veces me ha ocurrido ya que podría escribir un libro. Algo así: "Copito de Nieve y Felipe González: análisis comparativo". El libro no me lo publicaría nadie. Estas cosas sólo me las publican aquí, quizá porque todo buen periódico necesita a un mariachi sobrevalorado.

Los paralelismos entre Felipe y Copito van más allá. Ambos fueron personajes singulares, únicos, cada uno en su especie. Uno y otro gozaron de una belleza exótica y de un enorme carisma. Los dos fueron grandes líderes. Copito fue el macho dominante de su grupo, como Felipe. Copito fue la estrella del zoo de Barcelona; Felipe fue el ejemplar más querido que ha pasado por Moncloa. Hablo en pasado porque Copito falleció hace años, mucho antes de que muriera aquel Felipe del que todos nos enamoramos un día. Por eso mi mente se encuentra a veces comparándolos: porque hay similitudes. No creo que mi mente compare a un gorila y a un político con ánimo de ofender a ninguno de los dos.

Las diferencias son más notorias. A Copito lo encontraron unos cazadores aferrado a su madre, a la que acababan de asesinar. Tenía dos o tres años. El resto de su vida la pasó encerrado. Felipe, por su parte, era un universitario acomodado que gozaba de gran libertad. La suficiente como para hacerse con el liderazgo del que sería durante años el partido más grande de España. Luego, con el tiempo, se construyó una jaula de oro de la que ya nunca podrá salir. Copito asumió su infortunio con gran entereza. Con los años fue convirtiéndose en un mono sabio, al menos en mi imaginación. De mayor se le puso una mirada profunda, revestida de dignidad, la de un gorila orgulloso. Fue toda su vida un personaje coherente. De Felipe no se puede decir lo mismo. Se dejó ir. O puede que poco a poco empezara a no creer en sí mismo. Eso lo sabrá él. Su mirada se volvió fría y distante.


Un día Felipe hará como Copito, mirar desde su jaula a los demás sabiendo que es el ejemplar más raro del zoo


Felipe lo tenía todo al principio: un discurso rompedor, una vestimenta informal, una naturalidad y una juventud impropias de un líder. Más o menos como ahora Pablo Iglesias, pero en hermoso. Luego fue perdiendo todo aquello a medida que abandonaba el socialismo. Hace ya más de treinta años que Felipe no es socialista. Ésa es la gran diferencia entre Copito y Felipe. Copito aprendió a vivir consigo mismo y se aceptó tal como era. Felipe no.

El otro día lo vi junto a Susana Díaz, apoyando su candidatura. A Felipe, quiero decir. ¿Qué hacía ahí? Toda España sabe que no es socialista, empezando por los que sí lo son. Ni es socialista, ni nunca fue obrero y ahora es colombiano. ¿Qué hacía un ultraliberal colombiano presentándose como el guardián de las esencias socialistas españolas? Es como si Copito tratara de exhibirse como el líder de las jirafas. Copito jamás hubiese hecho algo semejante. Pues allí estaba Felipe, como si nada, sin comprender que ya no queda nadie que lo tenga por socialista. Algunos pocos lo siguen queriendo, pero no a él, sino a su recuerdo: al socialista que fue. Al joven que ganó unas elecciones en 1982 con más de 200 diputados.

Felipe se engaña a sí mismo, otra cosa que nunca hizo Copito. Felipe cree que nadie se da cuenta, que todos lo seguimos viendo como veíamos a aquel muchacho de ideas revolucionarias que venía a luchar contra los monopolios y a distribuir la riqueza y que luego simplificó el asunto limitándose a distribuir los monopolios. Felipe cree que somos todos tontos perdidos. Mire usted a Aznar. Aznar rompió con su partido porque se le quedó muy a la izquierda, lo mismo que el PSOE se le queda a Felipe. Al menos en eso, Aznar fue tan congruente como Copito.

Felipe cree que todos creemos que nunca sucedió lo de Roldán, y que bajo su mandato no se crearon los GAL. Cree que nadie se da cuenta de que el PSOE le da lo mismo y el socialismo más todavía. Aparece de cuando en cuando para decirles a los socialistas lo que tienen que hacer, como si siguiera siendo uno de los suyos. No pierdo la esperanza. Quiero creer que un día Felipe hará como Copito. Aceptarse a sí mismo, sentarse en su jaula y mirar a los demás sabiendo que es el ejemplar más raro del zoo, un capricho de la naturaleza. Ésa fue la gran virtud de Copito, la de convivir con su rareza. Y ésa es la gran debilidad de Felipe: el no reconocerse. Fingir que sigue siendo algo que dejó de ser cuando se le puso el pelo blanco y se hizo rechoncho y de derechas.

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