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La organización

Farolillo festivo de 1940 con la esvástica que se pudo ver en una exposición sobre el nazismo en Alemania. ADP
photo_camera Farolillo festivo de 1940 con la esvástica que se pudo ver en una exposición sobre el nazismo en Alemania. ADP

"El futuro de un movimiento depende del fanatismo, si se quiere, de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa como la única justa y la impongan frente a otros movimientos de índole semejante". No sé si le suena de algo, no la frase sino su aplicación al escenario político actual del Estado español. Si piensa un poco, puede usted identificar en ella a uno o más de nuestros actuales líderes, todos ellos jóvenes formados en laboratorios, niños probeta que han crecido y han sido educados para eso, para liderar movimientos políticos. Algunos hay que no sólo son fanáticos, sino que tal como propone nuestro autor, siembran el fanatismo y la intolerancia entre sus adeptos. Baste ver las actitudes de cientos de miles de españoles en las redes sociales, donde el insulto, el desprecio y la descalificación son convertidos en argumentos para defender cambios políticos o sociales.

Insiste el ensayista en el fanatismo y en la intolerancia, pero añade algo más: "La magnitud de toda organización poderosa que encarna una idea, estriba en el religioso fanatismo y en la intolerancia con que esa organización, convencida íntimamente de la justicia de su causa, se impone sobre otras corrientes de opinión. Si una idea es justa en el fondo y así armada inicia su lucha, será invencible en el mundo: toda persecución no conducirá sino a aumentar su fuerza interior". En eso tiene razón, y en España hay quien lo sabe: los ataques a un partido o a su líder los fortalece; les hace unirse en el victimismo, refuerza su idea de formar a una legión acrítica y fanática, violenta en las formas, incapaz de utilizar el criterio propio frente a ideas falsas, y de paso, quien o quienes aplican estos criterios en España consiguen presentar a los enemigos de la patria con argumentos más o menos de este calibre: no nos quieren porque nos temen, tenemos la razón de nuestro lado, nuestro líder siempre dice la verdad por incómoda que sea, es un héroe dispuesto a sacrificarse por España, todos los demás son discrepantes. Ese tipo de ideas se soportan en mentiras o en realidades distorsionadas, del tipo: los inmigrantes vienen a robarnos el trabajo en el menor de los casos y en los otros vienen a robar, a violar a las mujeres españolas, a delinquir y a matar mientras viven como reyes a cuenta de nuestros impuestos; el aborto no es un derecho, las mujeres tratan de imponer una dictadura, todos los musulmanes son terroristas religiosos. Cosas así. Sobre la eficacia del victimismo, el autor es claro: "Los secuaces de nuestro movimiento no deben temer el odio ni las vociferaciones de los enemigos de nuestra nacionalidad y de nuestra ideología; por el contrario, deberán más bien ansiarlas". Hay que reconocerle una virtud. Tiene las ideas claras y las transmite con tanta naturalidad que hasta se refiere a los suyos como "secuaces". Lo que busca es no sólo fanatizar a sus seguidores, sino que los contrincantes actúen igualmente a partir del fanatismo y la intransigencia. También queda claro que todo debe girar en torno a una mezcla de dos ingredientes que conforman la masa madre: patria e ideología. Piense usted si hay ahora mismo en España uno o más partidos que provocan el enfrentamiento o el insulto a fin de sentirse atacados y si para ello no están todo el día hablando de patria y de ideología. "Apártate, cobarde, que tus pies no profanen las gradas del frontispicio del Panteón de la Historia, destinado a héroes y no a mojigatos", dice el pensador. La glorificación del pasado imperial español al que se refieren machaconamente algunos de nuestros líderes se ajusta a la estrategia apuntada. También puede que le suene esto: "No queda otro camino que el de la educación patriótica corriente". Es decir, una educación de adoctrinamiento en valores patrios como la que ya tuvimos en el franquismo, encaminada a formar a una juventud fervorosa y gregaria al servicio del poder. Y a ser posible sólo en castellano, claro. Hemos escuchado en los últimos meses muchas declaraciones que siguen ese camino, de uno o varios líderes.

Ya que hablamos de liderazgo, dice nuestro amigo: "Desaparecen las decisiones por mayoría y sólo existe la personalidad responsable. Bien es cierto que junto a cada hombre dirigente hay consejeros que asesoran, pero la decisión definitiva corresponde adoptarla a uno solo". ¿Le suena de algo? ¿Ve usted a uno o varios dirigentes en España que adoptan perfiles mesiánicos? Yo sí, yo veo a algunos que lo basan todo en su liderazgo y en el culto a su personalidad. Siguiendo por ese camino, añade: "Jamás se quiso comprender que la potencialidad de un partido político no reside en la inteligencia ni en la independencia espiritual de cada uno de sus miembros, sino más bien en la obediencia disciplinada con que ellos se subordinan a sus dirigentes". Eso es lo que quieren de usted y de mí. En resumen, un seguimiento ciego bajo argumentos falsos, la divinización de épocas y personajes pasados a través de una Historia sesgada, la fanatización, la búsqueda de enemigos, la subordinación, la victimización y el culto al líder.

Quien escribió todas las frases entrecomilladas de este texto fue Adolf Hitler, dicho sea de paso. Por eso da miedo ver que hay en España uno o varios que siguen fielmente la hoja de ruta que al él le funcionó de maravilla para crear el movimiento nazi.

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