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Las crónicas de Nadia

SIEMPRE HA habido padres que utilizan a sus hijas, enfermas o no, para estafar a otros o ganar dinero de alguna u otra forma, muchas de ellas peores que las que ha utilizado el padre de Nadia. Hay padres que mandan a sus hijos al metro a robar carteras. Desgraciadamente, hay gente así. Sucede a diario en cualquier lugar del mundo. La cuestión aquí es la periodística. El asunto ha formado mucho revuelo porque fueron varios periodistas de varios medios los que se involucraron en una campaña para recaudar fondos tras leer un artículo publicado en El Mundo por Pedro Simón. Por uno u otro motivo, escribir en un periódico te lleva a comente errores. Yo los cometo cada vez que tengo un teclado delante. Quizá el error de Simón fue el de perder la curiosidad debida. Convertirse en un amigo, o en todo caso en un padre ayudando a otro, sin preguntarse si todas las aventuras de Fernando Blanco eran inventadas.

A mí me pasó algo parecido el otro día. Estaba yo en una tertulia en la TVG cuando Susana, la presentadora, nos dijo que Kirk Douglas cumplía cien años. Yo entonces tomé la palabra y dije que Kirk Douglas no solamente era un gran actor, sino el patriarca de una saga de intérpretes, pues su hijo Michael había trabajado en Apocalypse Now y era además abuelo de Emilio Estévez. Algo había de cierto en todo aquello, hasta que confundí a Michael Douglas con Martin Sheen. De hecho, Michael Douglas es el único actor que no aparece en esa película. Emilio Estévez, por tanto, sí es hijo de Martin Sheen pero no es nieto de Kirk Douglas. Si me dejan veinte segundos más, doy un número de cuenta por si alguien quiere ayudar a curar todas las adicciones de las familias Douglas y Sheen.

Cierto que mi error no lo ocasionó la defensa de una causa que yo creía noble, sino que me puse a hacer el ridículo sin venir a cuento, pues lo mismo podía haber dicho que a mí el cumpleaños de ese señor me parece muy bien, felicitar a Kirk Douglas y desearle cien años más de vida, que por otra parte me da igual si los cumple o no los cumple. Lo que le pasó a Pedro Simón fue todo lo contrario: que a él sí le importaba. No por razones periodísticas, o no sólo por ellas. Defendía una causa humanitaria. Confiaba en ayudar a salvar la vida de una niña. Ya en 2012 escribía sobre Nerea y facilitaba un número de cuenta. Durante estos cuatro años, se reunían de vez en cuando, según escribe el periodista, y Fernando Blanco le iba contando cómo evolucionaba la salud de Nerea, bien o mal, y todo lo que él iba haciendo para salvarla. Una historia con matices increíbles que se desmontaban con dos búsquedas en Google y tres llamadas de teléfono.

Eso es lo que debió pasar, pues un periodista como Pedro Simón no se traga así como así una sarta de mentiras rocambolescas. La amistad le hizo perder la curiosidad. Si un entrevistado te cuenta que se fue con su hija a Afganistán a visitar a un afamado genetista que vive en una cueva y que anduvo por ahí deambulando con la niña en brazos, entre balas y bombas, hasta que acabó en un campo de refugiados en el que encontró casualmente a la madre del genetista, que lo guió hasta la cueva, le pides pruebas. La historia del genetista cavernícola es lo suficientemente increíble como para hacer las oportunas verificaciones. Pero si te lo cuenta una persona de la que te fías por la simple razón de que tiene una niña enferma, no le pides que te enseñe los billetes de avión. Por lo que se ha venido publicando, prácticamente toda la aventura de Fernando Blanco es falsa, salvo lo de que tiene una hija enferma. Lo demás, los especialistas de la Nasa, el equipo del Nobel, el tratamiento de los tres agujeros en la nuca para sacarle ADN, el reseteo del cerebro, la llamada de Al Gore, los viajes por todo el mundo, todo mentira. Cierto que Fernando Blanco es un estafador profesional, o eso parece, y tiene grandes cualidades para el engaño, pero ahí, el periodista se ausentó para dar paso al hombre solidario, y ése fue el error que le llevó a publicar un texto plagado de falsedades no contrastadas. Media docena de periodistas muy solventes han tenido que salir a pedir perdón. Todos reprodujeron el caso sin hacer la menor comprobación, quizá porque pensaron que eso ya lo había hecho Pedro Simón, que no se había tomado la molestia.

Esa es otra de las circunstancias que merecen una reflexión. Algo se está haciendo mal cuando el reportaje publicado por un gran periódico y seguido por varias cadenas de televisión, con la de filtros que tienen, es cuestionado en un blog, Malaprensa, y desmontado en Hipertextual, una web de ciencia y tecnología. Luego nos preguntamos de dónde vienen las crisis de los medios y por qué la gente se informa en Twitter.

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