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Los novios de la muerte

María Dolores de Cospedal asistió en Málaga al traslado del Cristo de la Buena Muerte por los legionarios. CARLOS DÍAZ (EFE)
photo_camera María Dolores de Cospedal asistió en Málaga al traslado del Cristo de la Buena Muerte por los legionarios. CARLOS DÍAZ (EFE)

NO SE entiende la feroz crítica que algunos hicieron, como cada año, a la militarización de la Semana Santa y del resto de las semanas. Que si los cuarteles ponen a media asta las banderas doliéndose por la muerte del Redentor, que si entregan medallas a la Virgen, que si esto y lo otro.

Lo último fue poner el grito en el cielo porque cuatro ministros acudieron a Málaga a la procesión del Cristo de la Buena Muerte, protagonizada por la Legión. Eran Cospedal, Zoido, Méndez de Vigo y Catalá. Lo más grave del asunto, al decir de los quejicas, es que los ministros entonaron la célebre canción El novio de la muerte, himno oficioso de la Legión. Yo diría, para precisar, que Catalá más que cantar la canción, cuya letra seguramente desconoce, movía los labios diciendo algo así como "Soy el pomo de la puerta".

Si algo tiene sentido en esta vida de Dios es precisamente que cuatro ministros canten esa canción, que cuenta la historia de un soldado suicida incapaz de procesar la muerte de su amada, por lo que emprende una misión para dejarse matar en el campo de batalla, que es precisamente lo que están haciendo los ministros de Rajoy. Por faltar también se echó en falta a Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, quien está embarcada en su propia misión suicida a la búsqueda de su tesis de fin de máster. Si me permiten el inciso, por un precio más que razonable yo le hubiera escrito esa tesis. Estoy harto de hacer ese tipo de encargos. Acepto todo tipo de trabajos, salvo que sean de ciencias y soy discreto y complaciente. En lo de escribir tesis, quede claro. Jamás me ha suspendido un cliente. No prometo notables, más que nada porque no me dejan a mí defender los trabajos, pero garantizo aprobados.

Los ministros quieren morir, pero prefieren hacerlo matando

Bien, el caso es que el Gobierno de Rajoy está un poco como Millán Astray, fundador de la Legión: cojo, tuerto y manco. Según contó en su día a un periodista de ABC el propio Astray, el brazo lo perdió arengando a las tropas en África: Levantó el brazo, gritó: "¡Soldados de Burgos!", y en ese instante una ráfaga enemiga le reventó el brazo, que tuvo que ser amputado sin que hasta hoy los bravos soldados de Burgos sepan qué pretendía decirles su comandante. Aquella entrevista la acababa el periodista del ABC de manera magistral: "Y el coronel Millán Astray, cogiendo con la diestra la manga sin brazo de su uniforme, levantaba la cabeza en el gesto gallardo y peculiar con que tantas veces arengó a los caballeros de la muerte".

Los ministros se parecen mucho a Millán Astray, no sólo por estar tuertos mancos y cojos, sino por ese empeño en matar a la inteligencia, según chilló el fundador de la Legión a Unamuno en sede universitaria. No está muy claro a dónde quieren ir a parar. Acosados por Rivera, por los separatistas catalanes, por las encuestas, por los pensionistas, por los parados, no pueden hacer otra cosa que ir a Málaga a declararse novios de la muerte.

Rajoy, que es mucho más listo que todos sus ministros juntos, hizo lo que siempre suele hacer cuando se ve arrinconado: venirse a Galicia a caminar muy rápido. A Rajoy nunca se le ha visto cantando lo del novio de la muerte porque siempre ha tenido la capacidad y la voluntad de sobrevivir. Nunca ha sido de presentarse en el campo de batalla a que le vuelen un brazo o lo dejen tuerto de un balazo. Eso lo deja para sus generales.

Hay mucho ingenuo preguntándose que hacen los ministros comportándose como líderes del nacionalcatolicismo. Quieren morir en batalla. No les queda otra solución. El Credo de la Legión, compuesto por doce mandamientos llamados espíritus, deja claro en el primero de ellos que el legionario "Es único y sin igual, de ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta". Pregúntenle a Puigdemont, a Junqueras o a un rapero. Por su parte, el décimo espíritu es el que nos da cuenta de la actitud suicida de los ministros legionarios: "El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde". En otras palabras, actúan como el protagonista de la canción: quieren morir, pero prefieren hacerlo matando porque ése es su deber.

El caso es que han llegado a un punto en el que sólo les queda un último acto de valentía antes de encontrarse con su muerte deseada. Un postrero servicio a Dios, a la patria y al rey. Lo harán cualquier día: levantarán el brazo y chillarán: "¡Soldados de Burgos!".

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