Opinión

El pasado preferido

QUEDAN DOS días aunque a usted le parezcan una eternidad. Podemos discutir usted y yo si esta campaña empezó cuando Sánchez convocó elecciones, cuando Rajoy perdió la moción de censura o antes: hay quien dice que el origen del asunto está en la muerte de Franco y visto lo visto no le falta razón a nadie porque lo que estamos viviendo es la consecuencia de todo ello.

España es un ejemplo, y hablamos muy en serio. Estas elecciones se remontan al principio de los tiempos. Por primera vez en la historia de la democracia no se va a votar el futuro de los pueblos que conforman el Estado español sino el pasado de la humanidad: vamos a elegir entre votar a Franco, a don Pelayo, a Marx, a Azaña, a Castro, a Cristo, a Isabel la Católica, a Dios, a Hitler, a Teresa de Calcuta, a Durruti o a cualquier otro personaje que a usted le venga a la mente por haber sido bueno, malo o ni una cosa ni la otra, incluyendo a Chuck Norris.

Lo que vamos a decidir el domingo es qué España tendríamos hoy si nos hubieran dejado votar hace mil años, o cincuenta. Ninguno de los candidatos, incluyendo a Abascal, que ganó los debates porque no le dejaron ir, nos propone la España del próximo mes de noviembre. Todos nos llevan a un pasado añorable, no sólo en el tiempo sino en el espacio: Abascal quiere llevarnos a la España de los años sesenta, del desarrollismo y los fusilamientos; Sánchez a la Dinamarca del futuro lejano; Casado a la España que soñaron Fraga y Aznar; Rivera al Chile ultraliberal de Pinochet, e Iglesias a la Comuna de París.

Para ser justos, reconozcamos que no es cosa nuestra, que es tendencia mundial. Las naciones, con los Estados Unidos a la cabeza y ejerciendo de ejemplo, buscan en el pasado una solución de futuro. Rusia persigue su historia imperial, como las derechas españolas; China trata de recuperar su pasado medieval como potencia tecnológica, Europa intenta unirse una vez más en un esfuerzo inútil que a lo largo de los milenios siempre ha sido infructuoso, Sudamérica, en fin. Vamos a dejarlo aquí porque si nos ponemos a hablar de otras regiones como Oriente Medio, esto será un no acabar, y dejamos al lado los asuntos religiosos hasta que nos den mil días de periódico sólo para enumerar a cada uno que quiere volver al pasado y el porqué.

Estamos como estamos, en una España que quiere regresar: todos quieren hacerlo. Puede que algunos tengan sus razones. El independentismo catalán o el vasco, del que oiremos hablar dentro de muy poco, y espero que del gallego, piensan que ya que hay que volver al pasado, tiene su lógica que cada uno pueda elegir el pasado al que quiere regresar. Ya que todas las opciones pasan por retroceder para empezar de cero, ¿por qué elegir una de las llamadas constitucionalistas? A fin de cuentas, en tiempos de don Pelayo no había Constitución y durante la II República se habían aprobado Estatutos de Autonomía mucho mejores que los que tenemos ahora, que de haberse desarrollado durante los últimos 80 años, hoy la relación entre las naciones de España y el Estado español estarían resueltas de manera satisfactoria para todas las partes. O no, pero no estaríamos como estamos, puede que peor o mejor, pero eso no lo sabremos. Querer regresar al pasado no es necesariamente una grantía de que las cosas vayan a mejorar, pero si abrimos la veda, abrámosla.

Así están las cosas. Lo que nos piden votar es qué España fue la mejor de entre todas la que hemos conocido desde el principio de los tiempos, incluso antes de existir España, que por cierto es mucho más joven que Galicia. Bien, me parece bien, porque si el futuro depende del pasado, a algunos, puede que no este mes ni el próximo; puede que dentro de seis meses o de tres años, ya que no nos ponemos de acuerdo en el futuro que queremos, quizá cada uno pueda elegir de verdad un pasado conveniente.

Lo que estamos viendo en estos tiempos, en esta campaña y en estos debates, son cinco, seis o diez propuestas de pasado. A cuándo tenemos que volver. Nadie lo ha reconocido, pero ninguno de los líderes nos lo podría negar. Pero piénselo usted. Léase los programas de los partidos y decida cuál es su pasado preferido.

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