Opinión

De capa caída

NO SÉ lo que podrá ocurrir hoy, pero soy consciente de la desilusión de los fieles cofrades de las distintas agrupaciones de nuestra ciudad que no han podido salir a procesionar, y así hacer sus estaciones de penitencia al sacar a las calles de Pontevedra sus pasos. De la misma manera soy de los que piensan que, la desilusión del primer momento se convierte en el anhelo del poder hacerlo con más ilusión, si cabe, el año próximo.

Por eso mi pequeño homenaje a ellas y a ellos este domingo, porque sus capas no estén caídas, simplemente y por desgracia meteorológica, no han podido salir, y así ondear al son de sus bandas, a la caricia del viento en ninguno de los dos días grandes de la Semana Santa, el Jueves ni el Viernes Santo. Esperemos que al menos hoy, el día grande para los católicos que es el Domingo de Resurrección, puedan hacerlo.

Las capas seguirán colgadas en sus locales de Cofradía ante de la ristra de temporales que estamos viviendo en nuestra tierra, pero jamás se verán caídas ante ese putrefacto tufillo que, a veces prende en el ambiente por culpa de los que, haciendo gala de una vanguardia de respeto a los derechos de los humanos, estilan lo contrario, practicando el totalitarismo más aterrador en contra de lo que piensan y quieren la mayoría de los españoles.

Sinceramente a mí, me resulta penoso e inconcebible que personas de mi quinta que hemos crecido en democracia, se jacten de manera pestilente de un odio hacia la religión católica, y no dejen de recordar el pasado rancio del nacionalcatoliscimo que, a bien de todos, desapareció hace más de cuarenta años. Yo que ustedes pasaría página, es la mejor manera de continuar, y así superar el "dejavu" permanente en el que están instalados.

"Van de guais y no llegan a chachis", y perdónenme la expresión, pero es para adaptarme a su jerga e intelecto; porque que yo sepa, a lo mejor es que estoy muy equivocada, el dejar a la gente que practique la religión que quiera, sobre todo si tenemos en cuenta la tradición secular mayoritaria en España de las procesiones en Semana Santa, es un ejercicio de democracia madura, lo otro es dictadura pura y dura.

Así pues, señoras y señores "modernos", respeto, ante todo, y si no practican ningún credo, cuestión que me parece muy pundonorosa, yo sí que lo acepto sin titubeos su posición, de la misma manera espero que hagan lo mismo con la mía.

Y desde esta posición les pido que permitan ver la cuestión desde otra óptica, en especial si gobiernan distintas ciudades, y que su sector económico, comercial y hostelero, pueda facturar en paz y hacer su "agosto" en plena Semana Santa. Es así de fácil. Ya lo he dicho y escrito en más de una ocasión. Porque hay celebraciones que hay que seguir apoyando desde las instituciones públicas que, sufragamos y por ello son de todos, no del gusto de algunos, los menos.

Tampoco seré yo la que «ponga puertas al campo» ante la diversidad de personas y culturas con las que convivimos en nuestras ciudades, pero en esa misma tesitura me parece de lo menos oportuno y de lo menos adecuado que se subvencionen fiestas religiosas minoritarias, y siempre en detrimento de las católicas. Evidentemente se pueden hacer, ¡faltaría más!, pero no condenen al ostracismo las mayoritarias en nuestra cultura, que ya no circunscribo sólo al ámbito de la religión, pero han de admitir de una vez por todas que la más practicada en España es la Semana Santa.

Muchas veces me pregunto por qué a los católicos no se nos concede el mismo respeto, y para ser sincera, me llama poderosamente la atención que celebrar la vida y la obra de quien predico el amor, quien se puso al lado de los que más lo necesitaban, de quien se enfrentó a todos los estereotipos de su época, sea objeto de tales ataques.

No les obligamos a que participen con nosotros, por lo que abogamos es porque nos dejen hacerlo en paz, y en igualdad de condiciones con otros credos; porque lo que es inconcebible es que se pongan trabas y se nieguen ayudas a la celebración de la Semana Santa, y se premien con ayudas específicas a otras como el Ramadán. Y repito, y lo seguiré haciendo mientras viva, que no es excluyente la una con la otra, incluso y a lo mejor hay que alentar otras mucho más minoritarias, pero desterrando inquinas, rencores y resentimientos sin consistencia hacia la Fe católica. Eso no es gobernar, y mucho menos respetar y practicar la democracia.

Soy así de clara y contundente, lo siento si les parece mal. Evidentemente yo voy siempre con el respeto por delante, pero contando lo que me parece más adecuado, y no porque «me haya dado un aire» como parece que le ocurre a algunas y a algunos, lo hago con conocimiento de causa y abogando por el respeto al otro, que a su vez debe ser uno de los pilares fundamentales sobre los que edificar la libertad, que no hay que confundirla, «queridas y queridos míos» con el libertinaje partidario.

De lo que estoy segura es que a los católicos no nos van a frenar, por muchas trabas que se nos pongan, por mucho y mal estilo de un no poco importante número de gobernantes locales que pretenda lo contrario, ¡eso nunca!

Antes las afrentas que seguimos sufriendo los católicos, he de exaltar el buen trato de la Semana Santa profesado desde los distintos medios de comunicación, con páginas en los periódicos, con horas en los distintos telediarios y programas de radio, además de documentales y películas específicas en la programación de la mayoría de los canales de televisión.

Que no quepa la menor duda que seguiremos sintiendo y practicando la tradición como desde hace siglos; y los que siguen poniendo obstáculos no hacen más que alimentar nuestra Fe, y hablando de capas, serán los sectarios, y no nosotros los que estén de capa caída.

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