Opinión

¡El balcón de los colores!

El mundo entero está atrapado como nunca hasta entonces en la Historia más reciente. Y España no es una excepción.

En unos días en que la “sobreinformación” nos embute e intoxica con mentidos y desmentidos, lo que no es fácil para mantener intacta la fragilidad emocional que conlleva el confinamiento en nuestras casas, la noticia aún más dura es la que recibimos a diario con el ensañamiento de este horripilante COVID-19 sobre nuestros abuelos. 

¡No es justa esta impiedad con nuestros mayores!; aquellos que sobrevivieron una Guerra Civil y los duros años que la siguieron; los que superaron los problemas de abastecimiento que siguieron al final de otra tremenda contienda, la segunda Guerra Mundial; los que han sabido responder en no pocas crisis mundiales y españolas; los mismos que enterrando viejas heridas supieron como nadie sacrificarse por una españa en democracia; y los que fueron el verdadero sustento de tantas y tantas familias en la crisis económica de 2008. 

No les voy a transcribir un mensaje que un amigo sanitario que presta sus servicios en el hospital madrileño de La Paz, y que nos hizo llegar a un grupo de whatsapp hace un par de noches, porque es muy duro. Pero les cito parte del mensaje, “nosotros no somos héroes, hacemos lo que nos gusta y por lo que vivimos, salvar vidas. Los verdaderos héroes son los abuelos, los que saben que es posible que no salgan de esta, y que ni un problema nos ponen aun confinados en zonas en las que se ven rodeados de personas ocultas tras monos, mascarillas y gafas; y los gestos de resignación en sus caras me parten el alma. De nuevo sacrificándose por los más jóvenes a los que a veces les ceden respiradores...” 

Nuestro agradecimiento a ellos debe ser infinito; porque me imagino que lo que a mí me pasa, les pasa a muchos de ustedes; porque los abuelos son tan especiales en nuestra vidas que seguimos dirigiéndonos a ellos como cuando éramos niños y estábamos sentados en su regazo, aun a sabiendas que ya han cruzado la agustina puerta hacia “la habitación de al lado”. 

Pero dentro de esta maraña de sentimientos y realidad que se confunden ante tal adversidad que estamos viviendo, hay un grupo de abuelos a los que un niño les ha demostrado lo grande que puede ser una gota de esperanza. esta es su historia. 

Recuerdo hablar con él la última vez que le vi, el miércoles 11 de marzo, un día antes de e en Galicia el estado de emergencia sanitaria, cuando volviendo del colegio me hizo todo un panegírico de lo que era el “coronavirus”, ya que se lo había preguntado a su madre de tanto oír la fatídica palabra. Y de toda su amplia explicación, me quedé con“la copla” (si me permiten la expresión), de lo que me repitió varias veces, la importancia de protegernos del “bicho maligno”. 

Y llegó el momento del confinamiento, e imagínense ustedes (como en tantas casas), a un padre y una madre teletrabajando con dos críos “terremotos” de 2 y 4 años; pues a despertar su creatividad... Y ahí empezó todo. 

Este niño al que le encanta dibujar, empezó a pintar medallas de colores con la imagen del virus. Las recortó y le pidió a su madre lana para hacer unas medallas, “ya que si las llevamos colgadas mami, al llegar “el virus malo” y ver que lo tenemos puesto, no entra y pasa de largo”... ¡Casi nada para una cabecita pensante de cuatro años de edad! 

Así hizo una para su hermano, para su madre, para su padre, para sus tías, tíos, primos, amigos del cole... Y ¡cómo no!, para sus abuelos a los que se la mandó (gracias a la colaboración de sus padres), por whatsapp y se lo explicó por vídeo llamada. Pero la cosa no quedó ahí, ya que pintó unos cuantos para que sus padres los colgasen en los balcones de su casa. 

Y un día se enteró que una amiga de su madre que trabaja en una residencia de mayores, estaba muy preocupada por la salud de los abuelos que ella cuida; y sin pensarlo ni un minuto se puso “manos a la obra” para que no le faltase ninguna de esas “medallas protectoras” a ninguno de ellos, que desde entonces lucen orgullosos en sus collares hechos especialmente para cada uno. Tal fue la sorpresa y la ilusión con las que recibieron sus “talismanes”, que no dudaron en colgárselos, para hacerse fotos que le hicieron llegar al niño. 

Como pueden ver, el protegernos esto es cosa de todos, no entiende de edad ni de condición alguna. Y fue este pasado jueves cuando me enteré de generosa hazaña de este pequeño, que sin saberlo emulaba a uno de esos superhéroes, de los que tanto le gusta disfrazarse. 

Gracias chiquitín, no puedo estar más orgullosa de ti ni quererte más, porque todo Tu eres alegría, luz y magia desde el momento en que llegaste a este mundo, (como ya ha escrito sobre ti tu “tía” sole en un maravilloso artículo que también te dedicó). 

Yo se lo tenía que contar a todos ustedes, pues esta es la historia real de un niño todo generosidad, y para el que el amor hacia sus abuelos ha hecho posible la felicidad de muchos otros, como los de la residencia de mayores de Foz, en A Mariña lucense, a los que les mandó sus dibujos en medallas para protegerlos.

Todo un canto a la esperanza en estos tiempos que tanto la necesitamos. 

Pues ahí sigue Antonio materializando “una idea que tenía en su cabeza” (eso nos dijo a su madre y a mí, su orgullosa tía), y en donde juega, canta y pinta a diario desde el balcón de su casa en la zona vieja de santiago. Ya conocido como el balcón de colores.