Opinión

El día del nombre

Este domingo celebramos el 42 aniversario de nuestra Constitución Española de 1978, y ante un panorama que perfectamente se puede describir por una frase escrita por Víctor Hugo en pleno siglo XIX donde decía: "Entre un gobierno que lo hace mal, y un pueblo que lo consiente, hay cierta complicidad vergonzosa"

Antaño el día del nacimiento era ocasión para aprovechar la celebración de la onomástica católica del día, lo que prestaba para ponerle el nombre al recién nacido; a veces feminizándolo o masculinizándolo cuando se podía, y de ahí los nombres más que inauditos, que no pocos de nuestros mayores llevaban como un estigma hasta el final de sus días. De ahí que en otras épocas se conociese, también el día del cumpleaños de quien fuere, como el día del nombre.

Pues este domingo 6 de diciembre, además de celebrar la festividad católica de San Nicolás de Bari, desde hace 42 años este día tiene un nombre propio en España, el de Constitución Española de 1978. 

Y no es cualquier día festivo en nuestro país, es de los más importantes por no decir el más, ya que nuestra Ley de Leyes, vio la luz fruto del consenso y de la generosidad de todos, con respeto y sin exclusiones. Todo un ejemplo hacia el mundo que desde todas las capitales democráticas sus máximos gobernantes definieron como el modelo a seguir, la mejor y más completa en el reconocimiento de derechos y libertades fundamentales; destronando a la que hasta entonces ostentaba esa calificación, me refiero a la Ley Fundamental para la República Federal de Alemania de 1949 o Ley Fundamental de Bonn, que había sido escrita esperando una futura unión con la entonces Alemania del Este o República Democrática Alemana, como así sucedió 40 años después, el 9 de noviembre de 1989, con la Caída del Muro de Berlín. 

Pero es que además, contenía planteamientos absolutamente novedosos en lo que respecta a los territorios que componían España, resaltando a las tres nacionalidades históricas, Cataluña, Galicia y País Vasco, y la denominación de comunidades autónomas (y ciudades autónomas como Ceuta y Melilla), hasta entonces regiones, con un sistema de acceso al autogobierno y de compartición de competencias, entre ellas y el Estado español con pinceladas que dejan entrever, especialmente en Título VIII. De la Organización Territorial del Estado, tintes de aplicación de la teoría del federalismo cooperativo, (pues existen CCAA que tienen más competencias que algún otro Länder alemán); eso sí bajo el paraguas de lo dictaminado en su artículo 2 de forma contundente, como lo es “la indisoluble unidad de la Nación española”.

Este 42 cumpleaños de nuestra norma suprema, no es uno más; ya que hasta la fecha, jamás había sido ninguneada, desconsidera, e irrespetada; de tal manera que el vilipendio al que está siendo sometida desde las más altas instituciones del Estado español a las que acoge bajo se protección, es intolerable en democracia.

Soy consciente que lo que voy a escribir a continuación no va a gustar a algunos que practican a diario todo lo que he descrito en el párrafo anterior; porque guste o no guste su contenido, y se la utilice para cuando le apetezca al individuo del moño, para empezar; es nuestra Norma Fundamental, la que prevalece sobre todas.

Es la que define a España como un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político (artículo 1.1); lo último no lo pongo en duda, pero los tres conceptos anteriores… ¡En fin! En el 1.2 cita textualmente; “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. ¡Cierto! Aunque la Ley electoral deja mucho que desear perfecta sabemos que no es). Y así llegamos al art. 1.3., dónde define “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria” Lo que los independentistas-republicanoscomunistas-bandarras, parece que se lo pasan por el arco de la Puerta de Alcalá, faltando al respeto a la figura del Jefe del Estado, Su Majestad El Rey, y no en pocas ocasiones.

Sigamos, artículo 2: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Lo que de nuevo, el frente populista arriba citado, vuelve a pasarlo por el arco de la más famosa de las cinco puertas de acceso a Madrid con Carlos III. Por cierto, situada en la Plaza de la Independencia y la que daba acceso a la ciudad a los que venían de Francia y de Aragón…

El artículo 3: 1 dictamina: “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos”. De nuevo a través de la conocida como Ley Celaá desterrando el castellano como lengua vehicular; y esta vez apoyados por los que faltaban (los socialistas), que juntos vuelven al famoso arco para saltarlo y seguir dañando a la columna vertebral que sustenta el cuerpo legal de España. Se acuerdan del daño que nos hacíamos en la espalda jugando a Huevo, pico, araña; con la gravedad que ellos son conscientes de lo que hacen y nosotros no lo éramos.

Hay más atentados contra ella, pero de eso ya somos conocedores en nuestra cotidianidad para el que se quiera enterar, aunque “no hay peor sordo que el que no quiere oír”; y la verdad sea dicha, lo que ocurre en este país que ha sido ejemplo a seguir ante el mundo de brillante democracia y de una Transición modélica; en especial en estas últimas semanas la libertad qué es lo más preciado que puede tener un Estado Social y Democrático de Derecho, como lo es España, empieza a ensombrecer.

Hoy celebramos el 42 aniversario de nuestra Constitución Española de 1978, y ante un panorama que perfectamente se puede describir por una frase escrita por Víctor Hugo en pleno siglo XIX donde decía: “Entre un gobierno que lo hace mal, y un pueblo que lo consiente, hay cierta complicidad vergonzosa”.

Juzguen ustedes, yo aún conservo esperanza; pero también lo tengo muy claro, ya que de seguir en esta tesitura peligran próximos cumpleaños de nuestra Constitución democrática de 1978; y por lo tanto el 6 de diciembre habrá dejado de ser para ella, ¡El día del nombre1

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