Opinión

¿Qué es lo que estamos permitiendo?

La verdad he de manifestar que cada vez más en nuestra sociedad, cala hondo el espeluznante mensaje de la concesión de un mayor amparo a las personas que delinquen en vez de dárselo a las personas que cumplen con la ley, y especialmente la falta de apoyo institucional a quienes cuidan de nosotros y deben velar por el orden público, es decir, el bienestar del pueblo soberano

Este pasado viernes asistí estupefacta y ojiplática al visionado de unos vídeos en dónde unos jóvenes agreden a un efectivo de la Policía Nacional en Pontevedra.

En uno de esos vídeos que ha corrido cómo la pólvora en redes sociales, se puede ver el terrible ataque que ocurría después de que un agente fuera de servicio advirtiera a unas personas del deber de usar mascarilla al estar en un lugar público con más gente a su alrededor. Los "elementos" en cuestión, lejos de cumplir con un deber cívico y su obligación, la emprendieron a golpes con el policía que tuvo que pedir refuerzos tras la respuesta agresiva de los jóvenes. No contentos con ello agredieron a un segundo policía que terminó malherido, siendo pateado estando ya en el suelo y en el medio de la calle. El agente tuvo que ser trasladado a un centro hospitalario donde fue tratado de varias lesiones, causando baja en el servicio, y según he sabido, obligado a llevar collarín.

Antes de continuar, manifestar mi apoyo incondicional al Cuerpo Nacional de Policía, a los efectivos de la Comisaría de Pontevedra, y en especial a los agentes agredidos, a los que le deseo su pronta recuperación. En esta misma línea, declarar una condena contundente a los ataques producidos, y mi desgaire a los agresores esperando que tengan un castigo ejemplificante.

En primer lugar, los "buenismos" y las permisividades sin fundamento, (a no ser por propaganda política), así como la falta de apoyo del poder público estatal a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, (desgraciadamente tan característicos en los últimos tiempos en nuestro país), nos llevan a situaciones dantescas como esta de la que les estoy hablando; y en donde el ciudadano de a pie, (como yo y muchos millones de habitantes en España), se siente desprotegido ante la actuación de los que hacen lo que les da la gana amparados en la tan llevada y traída frase de "vivir en un estado libre". Esto no es libertad, es libertinaje. La verdad he de manifestar que cada vez más en nuestra sociedad, cala hondo el espeluznante mensaje de la concesión de un mayor amparo a las personas que delinquen en vez de dárselo a las personas que cumplen con la ley, y especialmente la falta de apoyo institucional a quienes cuidan de nosotros y deben velar por el orden público, es decir, el bienestar del pueblo soberano.

En este orden de cosas, se está convirtiendo peligrosamente en usual, una costumbre inveterada en España al opinar sobre la actuación de cualquiera basándose en informaciones parciales y radicalizar posturas, sin matizar ni ahondar en quién, cuál es la institución depositaria del deber de mantener nuestra vida en la tranquilidad que merecemos como ciudadanía que sí "CUMPLE"; me refiero en este caso, al Cuerpo de la Policía Nacional a la que se debe, cuanto menos, acato y respeto.

Jean-Jacques Rousseau, que no es cualquiera, dejó escrito que no hay oposición entre el individuo y el estado. Yo humildemente le añado que así debería de ser; ya que por un lado somos personas con nuestra privacidad e individuos con intereses particulares, pero a la par componemos la ciudadanía, siendo miembros de un sujeto colectivo que contribuye a la formación de la voluntad del mismo, es decir, del pueblo soberano. Esta dualidad crea, según Rousseau, una tensión llena de contradicciones que puede acarrear peligros para el cuerpo político. Por ello se hace necesario que existan medios coercitivos que aseguren el cumplimiento del contrato social. Quizá esto parezca una paradoja, porque debemos cumplir la ley para ser libres, y el cumplimiento de la ley es una obligación impuesta con coerción. Pero es lo necesario para garantizar la convivencia en democracia, sobre todo y cuando no pocos, la malinterpretan a diario.

En segundo lugar, como sociólogo también asisto muy preocupada a la poca importancia de la educación en el núcleo primario de la sociedad, que es la familia; la cual adolece desde hace años en la falta de autoridad de los padres. Muchos de ustedes, y yo también, hemos sido partícipes de afirmaciones tales como "yo soy amigo o amiga de mis hijos o hijas". ¡Pues NO! Yo que tengo una relación muy especial con mi madre, y más aún en mi edad adulta, pero "mi madre es mi madre y no mi amiga"; debe existir un halo de respeto que la magnifica como tal. Pero visto lo visto esto no es la práctica usual.

Cuando el viernes subí a mis redes sociales la lamentable noticia sobre la que hoy doy mi opinión, una persona que ha estado en contacto directo con miles de personas a lo largo de su carrera profesional en la actividad de la sanidad pública, subió un post que me llamó la atención entre los muchos recibidos y transcribo: "Desde que los alumnos dejaron de ponerse en pie al entrar el profesor, pues que vamos a esperar... Cada vez peor. Solo falta que digan que es libertad de expresión" pues puede ser, y es una variable que indica que como sociedad lo hemos hecho fatal, ya que el alumnado hoy día está desatado y no pocos profesores tienen pánico a la hora de acudir a sus trabajos; yo recuerdo que en nuestra época de EGB era al revés; y ni aquello ni lo de ahora; porque además hay que contar con la condescendencia de los progenitores que defienden a su prole ante la "auctoritas" que debe ser reconocida al personal docente.

En la actualidad existe un "triunvirato" que debe de caminar de la mano; en primer lugar la familia y la "escuela" como los dos grandes agentes socializadores responsables de la educación de los niños y las niñas, la ciudadanía del futuro; y en el ámbito que compete a la Administración Pública, para que ésta actúe en corresponsabilidad entre ambas.

Vivimos en una nueva circunstancia debida a la pandemia del Covid-19 que ha cambiado e influido en la vida de todas las personas, pero ello no debe acentuar lo que lastramos como sociedad desde hace tiempo.

El respeto en los pilares sociales básicos de la sociedad debe imperar; así como nuestra implicación y reconocimiento personal con las instituciones públicas que deben mantener el orden social ya que es más necesario que nunca; porque visto lo visto, no pocas veces me pregunto, ¿qué es lo que estamos permitiendo? 

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