Opinión

¡Hasta después de siempre!

ESTE PASADO viernes mi amigo Fran me da una noticia de esas que nunca quisieras saber, y que sin duda alguna y tras recibirla, la tristeza se puso en primer lugar en mi mente, en mi corazón y en mi alma; Luis Alcántara, el párroco de Santiaguiño del Burgo, mi gran amigo al que nunca dejé de llamarle Don, había abandonado ese mundo.

"Ipso facto" un "totum revolutum" presidió mi estar, con una mezcla de tristeza, desazón y melancolía, aunque no exenta de esa incomprensible sensación de tranquilidad, al estar convencida que su tan querido Santiago Apóstol le habrá ido a buscar para acompañarle en la última etapa del camino hacia el Pórtico de la Gloria celestial, a ese mismo Cielo del que con tanto entusiasmo nos hablaba en el catecismo.

Don Luis que era buena persona, servicial, afable, divertido, cariñoso, solidario, generoso, y humano como pocos, dejará un vacío en muchas y muchos pontevedreses que, sin duda, intentaremos llenar con los recuerdos y las anécdotas más que divertidas y entrañables que nos deja a cada uno de nosotros, que hemos tenido la gran suerte de poder disfrutarlo en nuestra vida.

Porque Don Luis no era un cura (como a él le gustaba que le llamasen) más, era especial y único, ahí están las muestras de cariño en las conversaciones de los pontevedreses, en numerosa visita a su capilla ardiente, y a su multitudinario y emotivo funeral; y de manera unánime en las redes sociales. Y aprovecho esta ocasión para decirles a todas aquellas personas que no hayan podido ir al memento, que el próximo lunes se dará una misa por su alma en la Real Basílica de Santa María la Mayor, en donde fue párroco a las 20:00 horas.

"A mí me casó", "a mí me dio la Primera Comunión", "a mí me bautizo", comentarios estos que me hicieron un innumerable grupo de personas estos días.

Pues yo añado que a mí me preparó para la confirmación, y os puedo asegurar, que con él viví varias anécdotas de lo más divertido, porque así era él.

Coincidiendo nuestras sesiones de catecismo con la estancia de la selección italiana de Enzo Bearzot en el Parador de Pontevedra en junio de 1982, en varias ocasiones nos vino a buscar corriendo por aquellas cuestas como una centella al grito de, "¡venga, vamos ya!, ¡dejar de ligar!, que Don Peregrino está que trina". Y así le seguíamos nosotras a toda velocidad, a ese maravilloso cura que entre risas y con la sotana cogida en sus dos manos, para poder avanzar más rápido, nos echaba una reprimenda llena de ternura y con el conocimiento de las ansias y locuras propias de nuestra edad, y lo hizo como nadie. El hasta cuando nos "echaba una bronca" lo hacía de la manera más deliciosamente tierna, sin olvidar que éramos unos niños y niñas de 12 años.

Y esos mismos infantes que íbamos creciendo, nunca olvidamos las enseñanzas y los consejos que nos diste, y así, tal y como conté en párrafos anteriores, acudíamos a ti para recibir más sacramentos, hasta para confesarnos con algún que otro pecadillo que nos daba "cosa" contarte, pero precisamente por ser como eras, siempre acudíamos a ti, a tus brazos abiertos. Por eso mismo, nunca te olvidamos, ni lo haremos aunque ya no te podamos encontrar en tu parroquia, porque adonde tenemos que arribar ahora, es a cada uno de nuestros corazones, e intentarte ver desde los ojos del alma.

Recuerdo perfectamente cuando llegaste como párroco a Santiaguiño del Burgo, y que un día apareciste en mi oficina con Fis para pedir libros sobre el Camino de Santiago para crear una biblioteca especial en tu iglesia. Recuerdo aquella tarde infinita colocando todos los ejemplares de los que se disponían en el Xacobeo, tú Fis y yo, ordenándolos uno por uno, subidos a no sé qué cosas (incomprensible salir como lo hicimos, sin un hueso roto), entre tus risas, tus palabras divertidas y tus enseñanzas que, para mí, y desde ya, pasan a ser eternas. Tampoco olvidaré, unas estampas benditas de Santa Ana con su hija la Virgen María, imagen que custodiabas como nadie en tu iglesia, que me diste cuando me iba, y aun guardo como un tesoro.

¡Ojalá hubiese más curas como usted, bueno como tú!, porque tu cercanía a la gente era tal, que no te gustaba nada ese pronombre personal del español, gramaticalmente de tercera persona del singular, pero semánticamente de segunda persona; y lo reitero, porque con otros como tú (cosa difícil, al menos parecidos), la cuestión religiosa tendría otro cariz, el que realmente debería de tener si se practicase la doctrina tal y como la concebía El que empezó todo, El mismo del que ya estrás gozando en Su presencia.

Siendo "rianxeiro" de nacimiento, sé que no te olvidarás de Pontevedra, de esa ciudad que tanto querías, ni de tu equipo de fútbol del alma, el Pontevedra al que nunca dejaste de seguir, ni aun cuando ya estabas enfermo. ¡Ay, qué grande, Luis, Don Luis!

Que sepas que aquí no te vamos a olvidar nunca, que siempre estarás entre nosotros, porque aunque es cierto que "algo se muere en el alma, cuando un amigo se va", tu persona, tu vida, tu ejemplo, va a seguir presente en nuestro día a día.

Te pido una última cosa, aunque sé que ya lo harás como sin decírtelo hiciste con todos los que se acercaban a ti, incluso a los que no lo hacían; cuida de nosotros desde más allá de las nubes.

¡No se te puede querer más!, ¡gracias, por tanto, tan bonito y tan bueno!, y lo poco que puedo hacer para lo que te mereces, es mandar el más grande de los besos al Cielo, que espero que te llegue con la misma espontaneidad y sentimiento que el aplauso que te dimos cuando salías ayer de la iglesia rumbo a tu último viaje a Rianxo.

Querido e inolvidable amigo, ejemplar cura y mejor persona, una última cosa que añadir, ¡hasta después de siempre!

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