Opinión

Lo importante es participar

SOMOS CONOCIDAS desde niñas cuando ambas íbamos al "colegio de Berta", (que muchos recordarán y que estaba situado en el primer piso de la cafetería Carabela; por ello no me sobresalté cuando este pasado martes esta compañera (en calidad de funcionaria pública) me "asaltó" en pleno portal de mi casa diciendo que "venía a por mí".

Mi cara de estupefacción inicial se transformó en una amplia sonrisa, ya que en 32 años desde que tengo derecho a voto nunca me había correspondido el ser miembro, (bajo sorteo público), de una mesa electoral. Pero de nuevo un sabor agridulce, porque soy suplente 2º de presidente. Esa notificación era lo que me traía la eficiente y encantadora Lourdes. Sinceramente disfruto mucho cada día de unas elecciones, soy así; y me hubiese hecho mucha ilusión ser titular, pero… ¡Qué le vamos a hacer! De todas formas yo estaré el próximo domingo a las 8 de la mañana "como un clavo", no vaya a ser que «suene la flauta» y me tenga que hacer cargo de esa mesa, ya que es un deber cívico ineludible (salvo casos de fuerza mayor), y sin la disposición y el esfuerzo de las personas que forman parte de las Mesas electorales, sería imposible llevar a término la celebración de un proceso electoral.

Para todas y cada una de las personas que hemos nacido en democracia el derecho a voto es un deber; pero todo un lujo que quizá no lo sepamos apreciar porque hemos crecido en la cotidianeidad de los procesos electorales acompañando a nuestros mayores o viendo el transcurso de esas jornadas como de lo más normal. Por ello me cabrea (perdonen el término) y mucho, cuando oigo comentarios banalizando este derecho social, político y civil; porque lo más importante es que entraña un derecho fundamental para la participación en la conformación de los gobiernos correspondientes que saldrán de la voluntad de los ciudadanos manifestada a través de las urnas.

En nuestra Constitución Española de 1978 viene recogido en el artículo 23 cohabitando con otros dos derechos autónomos a mayores, como el de ser elegido o el derecho de acceso a la función pública, pero el que traigo a colación es precisamente el de sufragio activo. Con relación a esta participación política directa son pocos los antecedentes históricos en nuestro constitucionalismo. La vena del liberalismo revolucionario que se plasma el artículo 6º de la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789, según el cual la ley es la expresión de la voluntad general y «todos los ciudadanos tienen el derecho de participar personalmente, o por sus representantes, en su formación », queda arrinconada en las expresiones constitucionales españolas cuya representación política acaba montándose sobre el sufragio censitario y la consiguiente concepción de éste como función pública, otorgada y ejercida conforme a prescripciones legales. Sólo la Constitución de 1869 rompe la tendencia proclamando el derecho de voto (artículo 16). Ni siquiera la Constitución de 1931 proclama un derecho de participación sino la igualdad de sexo en los derechos electorales "conforme determinen las leyes" (artículo 36).

Por ello la importancia de acudir a la urnas es trascendental; en algunos países de nuestro entorno como en Bélgica, el sufragio es obligatorio incluso sujeto a multas o a la prestación de servicios comunitarios para aquellas personas que no se presentaron a votar, si no pueden justificar la ausencia. En otros como en Suiza, sin ser obligatorio, las personas que no hubiesen ejercido dicho derecho (sin causa justificativa) no podrán participar en procedimientos de acceso a puestos públicos, ni ser beneficiarios de prestaciones públicas; cuestión que bajo mi forma de pensar es más que justa, ya que si a uno no le importa en absoluto la "cosa pública", que no reclamen "a toro pasado" las ventajas que lo público brinda a sus ciudadanos. Eso de las "medias tintas" no va conmigo, pero incido, es mi humilde opinión.

Aunque bien es cierto que viendo lo que algunos hacen con los votos que reciben con toda la confianza e ilusión de quienes apostaron por ellos, a veces, sin compartir la opción, puedo entender la abstención (que no es el voto en blanco como no pocas personas aun piensan que así es), pero tienen la opción de acudir a las urnas y depositar un voto en blanco o nulo.

Yo animo a que todas aquellas personas que dudan en acudir a las urnas el próximo domingo 12 de julio lo hagan, es la oportunidad que tienen para manifestar su opinión, sea la que sea; porque la democracia en la que tenemos la suerte de vivir, nos ofrece esta solemne oportunidad en cada proceso electoral, NUESTRO DERECHO AL VOTO. Ya les gustaría a millones de personas a lo largo y ancho del Globo el poder hacerlo como lo hacemos nosotros, en libertad; sin olvidar la obligación moral que les debemos a todos aquellos que han luchado en tiempos pasados (y no tan pasados) reclamando este derecho, incluso dejando su vida en la lucha por lo que entonces era un ideal; con un recuerdo especial a las mujeres que reivindicaban el voto femenino, aun no hace tanto tiempo.

Después no nos echemos las manos a la cabeza, ni nos transformemos en una hidra de 7 cabezas en los bares, en las francachelas con cercanos, y en las redes sociales (otro de los "deportes nacionales", quejarnos donde no debemos y por lo que no hemos dicho en donde lo teníamos que hacer). A los "HUNOS O A LOS HOTROS", como acuñó Unamuno; a los de aquí o de allá; «a os de eiquí e de acolá». Cada persona al que prefiera con sentidiño y responsabilidad; además de dejar claro que todas las personas que acudan a votar el próximo 12 de julio, tendrán todas las garantías sanitarias de higiene y seguridad en los colegios electorales, por lo que no deben de tener miedo; y especialmente a las personas mayores de 65 años que cuando lleguen tendrán preferencia sobre los que están haciendo cola.

VOTAR DEBEMOS VOTAR, porque en democracia y para toda la ciudadanía, es un derecho y es un deber. En resumen, ¡LO IMPORTANTE, ES PARTICIPAR! .

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