Opinión

La abuela de Elke

La abuela de Elke había sobrevivido al incalificable horror del Holocausto nazi en ese campo, y aunque ella me contaba que quiso ir con toda su familia para que jamás olvidasen lo que pasó, para aquella adolescente de 17 años el peso de la historia de la madre de su madre aun le era demasiado

RECUERDO que había sido aquel un verano ajetreado, ya que recién titulada como monitora de actividades de tiempo libre en el campamento de Gandarío, una nueva aventura se me presentaba el mes de agosto. Y sinceramente, con tan solo 16 años, me cambió la óptica de la vida.

No hace mucho encontré una carpeta con unos folletos que había traído de aquel mi primer viaje a Alemania en agosto de 1986, un intercambio entre asociaciones juveniles que la Xunta de Galicia y el gobierno del Lander de Baviera a través de la Dirección General de Juventud que entonces ostentaba el coruñés Inocencio Corrales Espiñedo.

Nuestra primera parada fue Múnich donde visitamos el inmenso museo de las Ciencias Naturales, el Centro Olímpico, y el carrillón marcando las horas punta en la Marientplaz, el castillo de Neuschwanstein. También nos habían organizado un crucero por el por el Danubio (que no era azul) y la visita a la fábrica de la llamada “cerveza templaria”, la Spaten Franziskaner, la más antigua de Alemania que se fundó en 1397 y su nombre se lo debe a sus inicios junto a un convento de monjes franciscanos, que dicen le cedieron la receta. Estuvimos en Nüremberg y en ella disfrutamos del museo de Durero, así como salimos horrorizados de las mazmorras medievales en donde nos aterró la “dama de hierro” entre varios instrumentos de tortura; y continuamos nuestro viaje a otras ciudades como Eggenfelden y Passau, y en este último recuerdo especialmente el Museo del Cristal, porque antes había sido residencia de la princesa bávara Isabel que después pasaría a la historia como la inolvidable emperatriz de Austria e Hungría, Sisí.

Pero si algo marcó un antes y un después fue la visita a Dachau, un abominable campo de concentración (el segundo de Alemania) a una distancia de Múnich como de Pontevedra a Sanxenxo, más o menos; y sobre todo por el pavor que una de nuestras compañeras alemanas, Elke (jamás he olvidado su nombre) sentía al cruzar aquella puerta de camino al infierno.

La abuela de Elke había sobrevivido al incalificable horror del Holocausto nazi en ese campo, y aunque ella me contaba que quiso ir con toda su familia para que jamás olvidasen lo que pasó, para aquella adolescente de 17 años el peso de la historia de la madre de su madre, aun le era demasiado.

No voy a entrar a desmenuzar todos y cada uno de los sentires que allí viví; solo haré dos puntualizaciones; la primera de ellas es que allí fueron asesinados muchos españoles, y la segunda que no menos importante, los gritos en el silencio del respeto, y que aun con del paso de los años, parecían vibrar entre el sonido de los árboles, se percibiendo el miedo camino de las duchas que llevaron a 45.000 de los 200.000 judíos prisioneros en ese averno a la muerte.

Y especialmente recordé a Elke este pasado 1 de mayo, un día que en las culturas celtas festejan Beltane; en la práctica totalidad del mundo celebramos el "día Internacional del Trabajo"; pero en Israel la numerología y tradición judaica quiso que coincidiera con una efeméride que dista mucho de una fiesta, el "Yom HaShoah Ve-Hagevurah".

Traducido literalmente del hebreo significa "Día del recuerdo del Holocausto y el heroísmo", esta triste efeméride marca el aniversario del levantamiento del terrible "gueto" de Varsovia, y se fija en el día 27 del mes de Nisán, correspondiendo a una semana después del final de las vacaciones de la Pascua y una semana antes de Yom Hazikaron (Día de Conmemoración para los soldados caídos de Israel). La fecha fue seleccionada en una resolución aprobada por el Parlamento de Israel, el Knesset, el 12 de abril de 1951. Aunque la fecha fue establecida por el gobierno israelí, se ha convertido en un día conmemorado por comunidades judías y personas de todo el mundo. Y este año, quiso el destino que coincidiese entre la tarde el día 1 hasta la tarde del 2 de mayo. Si bien los rituales de Yom Ha Shoah todavía están cambiando, no hay duda de que este día tiene un gran significado para los judíos de todo el mundo. El tema abrumador que recorre todas las observancias es la importancia de recordar: recordar a las víctimas de esta catástrofe y asegurar que una tragedia así nunca vuelva a suceder.

La Shoah (Holocausto) planteó un enorme desafío para el judaísmo y planteó muchas preguntas: ¿Puede uno ser un judío creyente después del Holocausto? ¿Dónde estaba su dios? ¿Cómo puede uno tener fe en la humanidad?, porque tras el aniquilamiento nazi y sus "adláteres", en campos de concentración, en guetos, en la resistencia judía, además de los que perdieron su vida por enfermedades y pésimas condiciones de vida consecuencia del horror nazi; no ha debido ser nada fácil asimilar todo ello como colectividad.

La población judía tras la Segunda Guerra mundial nunca volvió a ser la misma en número; las atrocidades del Tercer Reich que se llevaron por delante a 11.400.000 personas de las que formaban parte del pueblo judío. ¿Saben ustedes que si quisiésemos guardar un minuto de silencio por la memoria de cada una de ellas tendríamos que estar 22 años callados?

El hecho mismo de que los judíos aún se identifiquen como tal tras haber vivido semejante catástrofe humanitaria, y tan reciente en el devenir de la Historia, el que sigan practicando su religión y hayan aceptado la observancia de Yom Ha Shoah, dice mucho y bueno de ellos como país.

El día 1 de mayo por la noche me sobrecogió una imagen en la que un pueblo entero paraba su actividad sin excepción. Ello se debe a que, desde principios de la década de los sesenta, el sonido de una sirena en el Yom Hashoah detiene el tráfico y los peatones en todo el Estado de Israel durante dos minutos de devoción silenciosa. La sirena suena al anochecer y una vez más a las 11:00 de la mañana en esta fecha.

Mi recuerdo a la memoria de todos los que se han ido, mi respeto y admiración sin límites a los que sobrevivieron; y en especial en este día de la madre a todas aquellas que hicieron lo imposible porque sus hijos salieran con vida de aquellos antros de condena a muerte, como en especial a la madre de la abuela de ELKE.

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