Condicionado por la insuficiente inversión pública en I+D+i y por las dificultades que entraña captar capital privado para unos proyectos en los que la innovación lleva parejo un componente de riesgo, el sector biotecnológico se ha hecho fuerte tras ser un actor sin el cual la pandemia no se habría doblegado en un tiempo récord. Ahora, uno de los principales desafíos es que el crecimiento continúe aprovechando catalizadores como los fondos europeos.
En Galicia, el bioemprendimiento despunta espoleado por la transferencia de conocimiento que brota de los centros de investigación, las fundaciones biomédicas y las universidades, por el respaldo del Clúster Tecnolóxico Empresarial das Ciencias da Vida de Galicia (Bioga) y con una estrategia que la Xunta ha dotado de 430 millones hasta 2025. El sector va sumando nuevos proyectos que están llamados a diversificar la estructura del tejido económico y a estimular la creación de empleo de calidad. Entre ellos figuran la planta de producción de omega-3 que Iffe Biotech construye en As Somozas con una inversión de 30 millones; la fábrica de inyectables que la multinacional Kern Pharma levantará en Monforte, el nuevo proyecto de la suiza Lonza Biologics en la Plisan o la ampliación de la capacidad productiva en O Porriño de Zendal. La mayor biotech de capital 100% gallego también ha dado el salto a Portugal para abrir una factoría de vacunas en Paredes de Coura, donde proyecta seguir creciendo.
Son solo algunos de los ejemplos de un sector que ya arroja muestras de "unha crecente madurez", como indica Julio Martínez, el gestor de Proyectos de Bioga. Como prueba apunta a la compra de Origo BioPharma, la compañía que fundaron en Touro Julio Castro y Galchimia, por el grupo belga Agomab Therapeutics. La firma gallega desarrolla productos terapéuticos novedosos frente a patologías como el cáncer colorrectal o la fibrosis, unos proyectos que han seducido al gigante estadounidense Pfizer hasta el punto de invertir en Agomab en julio.
La efervescencia del sector hace que la diversidad de iniciativas sea amplia. Entre los proyectos emergentes destaca, por ejemplo, el de la spin-off de la USC Tastelab. Esta firma lucense es la primera tecnológica especializada en análisis sensorial de España. Ha desarrollado un software que, mediante técnicas de inteligencia artificial, permite a las empresas ejecutar estudios predictivos para evitar que un producto fracase por no ajustarse a los gustos del consumidor.
Otros exponentes de la potencia gallega son AMSlab y Nasasbiotech, que se han asociado para investigar en el campo del diagnóstico precoz del cáncer con la creación de New Exosomes Tecnology. Por su parte, la viguesa Keybiological y la compostelana Bflow colaboran, junto a otras empresas, en el proyecto David para crear un laboratorio móvil inteligente de productos biocidas a partir de aceites reciclados para prevenir el covid-19.
Con un ecosistema conformado por unas 150 firmas que facturan 900 millones al año y sostienen 4.000 empleos, la patronal Asebio sitúa a Galicia como el segundo territorio más bioemprendedor —tras Cataluña—, con nueve empresas creadas en 2021 de las 43 que florecieron en el Estado.
Lejos quedan los inicios, cuando en 1939 los hermanos lucenses José y Antonio Fernández López y el médico Ramón Obella fundaron en Vigo Zeltia —el germen de PharmaMar y Zendal— , convirtiéndose en "pioneiros nos anais da historia empresarial española" al incluir la "creación científica" como parte del objeto social de la firma, como señaló el catedrático de la USC Xoán Carmona. Con el aprovechamiento con fines farmacéuticos y veterinarios de restos de dos mataderos y de especies como la belladona, la efedra o el cornezuelo del centeno la biotecnología gallega comenzaba a rodar.
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