Opinión

Volver la vista al agro

Galicia tiene potencial para dedicar más tierra a cultivos, que ocupan el 12% del territorio, y así mitigar el adelgazamiento del sector primario
Plantaciones de maíz forrajero. AEP
photo_camera Plantaciones de maíz forrajero. AEP

Entre las lecciones que dejan la pandemia y la guerra de Ucrania figura la importancia de contar con una agricultura fuerte para amortiguar el golpe a base de ser menos dependientes de lo que se cría y cultiva más allá del Padornelo. Las estadísticas, en cambio, dibujan una realidad preocupante, en la que el sector primario pierde peso en la economía gallega, de tal manera que pasó de suponer el 5,3% del PIB en 2015 a representar menos del 4,5% en 2021. En la otra cara de la moneda, el sector servicios aportó ya el 64% de la riqueza generada el año pasado.

Íntimamente ligado a la sangría demográfica que deja sin vida un rural falto de servicios básicos y, en muchos casos, privado del acceso a las nuevas tecnologías, este adelgazamiento de la despensa de Galicia se nota en el empleo con una pérdida continua de trabajadores. Hoy, agricultura, ganadería y silvicultura sostienen menos de 39.000 afiliaciones a la Seguridad Social, un 39% menos que hace 17 años.

En el ideario colectivo ha calado el mensaje de que dedicarse al agro exige mucho sacrificio y, a cambio, reporta un escaso retorno pues actividades como la producción de leche o de vacuno de carne atraviesan crisis recurrentes. Esto hace que pocos niños visualicen su futuro como profesionales del campo. Consideran más atractiva la vida del profesor, el médico, el ingeniero o el ‘influencer’ en la era de las redes sociales. Quizá esto se deba a que cada vez son menos los que tienen una aldea de referencia y a que, del mismo modo que se hacen esfuerzos por fomentar las profesiones STEM en las aulas y el espíritu emprendedor, se hace poco por poner en valor el sector primario como el nicho de empleo que es pues, al menos de momento, parece poco probable que alimentarse deje de estar entre las necesidades básicas del ser humano.

Para dignificar el oficio, el primer frente es asegurar la viabilidad del sector garantizando la cobertura de los costes de explotación y un margen de beneficio cumpliendo la ley de la cadena alimentaria. Luego, además de seguir dando pasos en la valorización de la leche creando alimentos funcionales y otros productos adaptados a la evolución de la demanda, quedan desafíos como aumentar la superficie de cultivo tanto para producir más cereales y hortalizas como forraje.

Con la inflación desbocada, llama la atención que la patata que compramos en el súper del barrio y por la que llegamos a pagar 1,5 euros por kilo venga de Castilla y Léon o que desembolsemos 1,7 euros por un kilo de calabacín traído de Almería cuando es una hortaliza que se da en la huerta gallega.

La Encuesta sobre superficies y rendimientos de cultivos de España que el ministerio acaba de publicar revela que el 12% de la superficie geográfica de Galicia —unas 358.247 hectáreas— está dedicada a cultivos, una ratio que en el conjunto del Estado supera el 33%. Los datos indican, por ejemplo, que el 25% de la tierra plantada con patatas es gallega y que aquí se cultiva el 75% del maíz que se siembra en España para silos. En cambio, sumando otros cultivos para alimentación animal como la alfalfa, el nabo o las praderas polifitas la superficie total de forrajeras —226.787 hectáreas— supone el 25% de las hectáreas dedicadas a estos usos en España. También hay terreno que recuperar en lo que toca a los cereales para grano, pues en la última década se han registrado caídas del 20% en la extensión enfocada a trigo y maíz.

Galicia tiene potencial por aprovechar y más en un contexto en el que la nueva Política Agraria Común (2022-2027) se ha marcado el objetivo de situar en un mínimo del 25% la superficie agrícola cultivada en ecológico en 2030, una ratio que en Galicia ronda ahora el 9%. Esto pasa, en gran medida, por potenciar y dignificar el modelo de agricultura familiar frente al intensivo.

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