Opinión

Hasta bailar congas cuesta

Como soy un burguesito venido a menos, lo único que quería para Reyes era una Conga que me quitara de barrer el piso. Ni en el confinamiento, cuando no había ocio alguno, aumenté el ritmo ni la intensidad de la limpieza doméstica. La desgana es superior a mis fuerzas. Ahora da gusto ver la Conga patrullar los pasillos para dejarlos impolutos, metiéndose como un perro de presa bajo la cama a la caza de pelusas salvajes. Hasta hace compañía. Pero de un tiempo a esta parte he descubierto que cada vez me da más pereza levantar las sillas y apartar los cables para echarle una mano. Ni le he configurado aún la app. La tecnología nos facilita la vida, pero tal vez tenga una capacidad limitada para mejorárnosla.

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