UNA DE las cosas que más nos llamó la atención a los erasmus aterrizados en Messina en 2007 fue lo apocadas que eran las chicas sicilianas. Claro que, cuanto más conocíamos a los sicilianos, menos nos extrañaba. Uno de ellos, más cosmopolita, nos resumió que, por aquellos lares, se venía considerando que si una mujer salía más tarde de medianoche era puttana, que si se emborrachaba era puttana, que si iba en minifalda era puttana y que si se liaba con un extranjero era, obviamente, puttana. De ahí que cuando aparecían nuestras compañeras foráneas, divirtiéndose ebrias en la discoteca, se formaran círculos de babosos a su alrededor. He visto documentales del Serengueti menos agresivos. Y películas del destape menos embarazosas. A los chicos nos llegaron a ofrecer una Play Station a cambio de que les invitáramos a fiestas donde estuvieran ellas. Pero ese mundillo tan testosterónico no acababa ahí. Recuerdo a otro chaval gritándonos que prefería que su hijo "fuera asesino a homosexual". Al regreso, yo decía que era como viajar a la España de los 70. Pero últimamente, cuando miro el apartado de comentarios de los periódicos, me pregunto con temor si no era también un avance de la España de 2030.
