Opinión

Aquel equipo y este

EN LA cultura deportiva europea ganar no es lo importante, es lo único. A diferencia de Estados Unidos, donde el espectáculo tiene tanto o más valor que los triunfos, a este lado del Atlántico solo cuentan los marcadores. Y eso acaba propiciando que en los análisis no se tengan en consideración otros aspectos. Por ejemplo, nadie recordará que en sus últimas cinco copas de Europa el Real Madrid no ganó la Liga, ni que en la última final batió al Atlético de Madrid a penaltis porque el portero rojiblanco era un espantapájaros. Tampoco se dirá que Bakero le dio al Barcelona su primera Copa de Europa volando por encima de cinco torres alemanas de 1,90 en las primeras eliminatorias de 1992, o que Belleti fue el autor del gol de la victoria de la segunda, o que uno de los mayores atracos de la historia del fútbol, contra el Chelsea, lo condujo a la tercera. El Pontevedra llevaba dos meses de desazón porque no ganaba. Su racha de cara a portería era histórica por negativa y su serie de encuentros sin vencer no tenía parangón en la era Luisito. Y sin embargo el juego, no se engañen, no iba en sintonía con los marcadores. No se sabe si es más grave perder jugando mal como le sucedió durante el febrero de 2016 a los granates o jugando bien, como acontecía durante este mes. Los datos son los mismos, pero detrás de la primera realidad subyace un problema estructural que apuntaba a la continuidad en el desastre y tras la segunda se hallaba el problema de la falta de puntería. En cuanto vuelve esta, lo normal es que regrese la dinámica vencedora. Fue lo que le pasó al Pontevedra. No se dejen llevar por el derrotismo resultadista. Este no es el equipo de la temporada pasada. En él hay mucho más fútbol, ritmo e intensidad, aunque hasta ayer faltase el gol.

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