Opinión

El cambio climático

EL CAMPO de Pasarón es el cuarto en asistencia del grupo I de Segunda B, superado por El Sardinero, El Toralín, equipos con una gran historia del siglo XXI, y el Reino de León. La afición ha incrementado su presencia en las gradas en los últimos cursos. Ha pasado de los mil estoicos que padecían el dolor de Tercera División hace cinco años a los en torno a 2.000 que no fallan a su cita balompédica de cada 15 días. A ellos, se les suman eventualmente hasta unos 1.000 o 1.500 aficionados más. El amor se sostiene en base al sufrimiento y se alimenta con una ilusión. Esto último es lo que ha provocado que el cuadro granate haya conseguido que sus fieles sean más numerosos que hace un tiempo. Con todo, los seguidores siguen siendo pocos en comparación con otras épocas no muy lejanas. No deja de ser preocupante atendiendo a la buena dinámica en la que se halla la entidad, tanto desde el punto de vista institucional, como el económico y el deportivo. Hace 30 años, un domingo de otoño, invierno o primavera, a las cinco de la tarde, se podían hacer dos cosas en Pontevedra: ir a Pasarón o ir al cine. Ahora, con el cambio climático, en otoño y primavera se puede ir a la playa casi con tanta fiabilidad como en un agosto cualquiera de los 80. Cuando hace mal tiempo y con tantas televisiones como hay, se puede ver casi cualquier partido sin que uno se mueva del sofá. Por no hablar de la oferta de ocio propiciada por las nuevas tecnologías (ordenadores, teléfonos móviles, videoconsolas, etc). Contra eso, solo hay una solución combinada: ganar y practicar políticas agresivas de captación. Ir a las escuelas a regalar entradas y realizar ofertas a los socios y a sectores sociales poco favorecidos: medidas contra el cambio climático y el poder de la televisión.

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