Opinión

Eternamente infelices

LA VIDA es una sucesión de problemas que el ser humano va sorteando para disfrutar de pequeños y efímeros instantes de placer, más o menos abundantes, que en función de su intensidad y su longitud pueden llegar a desembocar en la felicidad.

En todos los ámbitos se repite la ecuación. En el fútbol también. Verán, durante meses el Pontevedra ha sido capaz de pelear por encima de sus posibilidades, ha contenido en el cuerpo a cuerpo a bravos hastados y en el largo recorrido de la temporada ha acabado con ellos.

El equipo granate ha ido superando obstáculos entre circunstanciales situaciones de alegría y euforia. Ha ido padeciendo momentos de sufrimiento y al final ha logrado alcanzar el play-off de ascenso inesperadamente (al comienzo del ejercicio), después de atravesar diversas vicisitudes.

Y al final, la presencia en la promoción, que ha sido un éxito y un mérito incontestable, ha sido tan breve y efímero que la felicidad ha parecido incompleta.

El club granate ha superado el estado comatoso de 2011, ha mejorado en todos los aspectos desde entonces, ha recuperado la categoría del equipo profesional, ha tranquilizado las tensiones institucionales y ha regresado a División de Honor en juveniles... Todos esos logros parecen demasiado pequeños y fugaces y apenas hay tiempo para paladearlos.

En Pontevedra, en Pasarón, somos así: casi nada sacia las expectativas creadas y cada gran pico ascendido parece obligar a la ascensión de otro pico más alto. La felicidad siempre halla nuevos obstáculos que le impiden visitarnos y quedarse con nosotros.

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