PONTEVEDRA ES una ciudad con muchas inquietudes para el fútbol. Cuando su equipo vive situaciones inhabituales, los fieles granates, que no son demasiados (un millar o un poco más), pero sí son muy leales, analizan la situación y buscan causas. Se lo cuestionan todo y hallan todo tipo de respuestas. Una de las últimas dudas de la afición tiene que ver con almohadas y colchones. Algunos seguidores nos han preguntado a mi amigo Oswaldo García y a mí si los futbolistas le están haciendo la cama a Luisito. Creen que han atentado contra su jerarquía y que juegan mal y pierden a propósito. Llevo 17 años viendo fútbol desde dentro, viviéndolo de cerca. En ese tiempo uno acaba encontrándose ante todo tipo de situaciones: equipos que compran ascensos, futbolistas que venden partidos, jugadores que se lucran con apuestas ilegales contra los intereses de su escuadra, presidentes que roban y estafan a los clubes y sí, hasta deportistas que le hacen la cama al entrenador. Uno ha aprendido a detectar cierto tipo de situaciones y les puedo garantizar que en el Pontevedra la cama sigue sin hacer. Hay jugadores que creen más en el técnico y otros menos. Hay quien está a gusto en el equipo y quien no. Eso es inevitable en un grupo de 22 deportistas. Pero a Luisito no le está haciendo la cama nadie. Si fuese así, él mismo sería el primero en darse cuenta y se habría marchado de forma irrevocable. Si lo que buscasen fuese su cese, no habrían sido superiores al Navalcarnero, no habrían llegado a estar 0-3 ante el Guijuelo para después hacer el ridículo con el 3-3. Lo de ayer y el día del Valladolid B tiene dos explicaciones: que
los chicos tuviesen un mal día o que se viesen atenazados por la situación. Aunque me gustaría que fuese lo primero, me temo que ocurre lo segundo.