Opinión

La serenidad del Lobo

EN 'PULP Fiction', Tarantino descubre al mundo la conciencia del ser humano con el personaje de Harvey Keitel, el Lobo. Keitel es un tipo elegante a la par que simpático que eleva a la quinta esencia el '‘Vísteme despacio que tengo prisa'’ que cada uno de nosotros necesita cuando aflora el nerviosismo. La historia es la siguiente: John Travolta y Samuel L. Jackson se cargan sin querer a un joven afroamericano que viaja en la parte trasera de su coche. Las tripas se esparcen por la tapicería. Asustados y superados por la complejidad de limpiar el habitáculo, ambos matones a las órdenes de Marcellus Wallace (un mafioso negro enorme, con una estatura solo superada por su perímetro corporal) llaman al Lobo, un especialista que les indica cuatro obviedades que a usted y a mí también se nos habrían ocurrido. El Lobo apareció con suma serenidad en situación tan crítica y cuando prácticamente la hubo solucionado, entre sorbos a una magnífica taza de café, les espetó a los eufóricos John y Samuel: ‘no empecemos a chuparnos las pollas todavía’. Tranquilidad ante la crisis y tranquilidad ante la algarabía, que queda el toque final. Luisito es el Lobo. Impuso cordura cuando la mala racha empujaba al Pontevedra al abismo y lo hace ahora, estando en la cúspide y con el Pontevedra más lejos que nunca del quinto. No está todo hecho, aunque la gente lo crea. Hay que deshacerse del coche, tirar los restos del cadáver y limpiarse las manos. Quedaba mucho trabajo que resolver en la película y queda mucho más en la Liga. Hay que seguir semana a semana. Esto es aún largo, asegura Luisito con su aullido del Lobo. «No empecemos a chuparnos las pollas todavía», que diría Keitel.

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