Opinión

La selva

HUBO UNA época en que el mar era campo de batalla. Hoy es una selva para la pesca. Recordarán cuando dábamos brasa a los volanteros franceses y mirábamos para otro lado con los de Cariño. Raro era el día en que un pesquero gallego no resultase apresado en Francia, Irlanda, Marruecos... Nos llovían cañonazos en aquel juego pero la mayoría caían en ‘agua’. Vigo hacía y deshacía en Sudamérica y África; A Mariña y A Coruña en Gran Sol. Todos los años se perdía alguna batalla como la del fletán, pero la guerra era nuestra.

Hasta que nos vendimos, o nos vendieron. Un sector siempre incómodo para cualquier gobernante, obligado a rescates y extraños cambalaches de cuotas, emprendió el camino de la regulación y la subvención para ser bueniños europeos. Lo que vemos en el horizonte, olas y caladeros, está prácticamente privatizado. Es como una concesión administrativa.

Todo parece atado en la selva del océano donde se reparten los panes y los peces. Parece, pero no es así. Nuestro Tribunal Supremo ha archivado una causa por pesca ilegal y varias falcatruadas más contra un armador que lleva años arramplando con austromerluza del Antártico. No tiene jurisdicción allí. Unos con inspecciones, descartes, cuotas...otros en la selva de pabellones de conveniencia, los paraísos fiscales o las leyes laborales inexistentes. Y sus peces en las fronteras. Vaya vergüenza de convención del mar.

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