Opinión

Una vida injustificable

TODAVÍA RECUERDO a una maltratada que hace meses compartió con nosotros una mesa redonda sobre la violencia machista. «Eu pensei que ía cambiar», reconocía tras vivir aquel drama y no haberse dado cuenta del peligro que corría. Sufrió incluso durante la noche de bodas y después sobrevino la crisis, con ese escalofrío terrible de no saber qué hacer con su vida y con los hijos. Nos dijo que de ahí a la llamada al 062 había ocurrido de todo. Malo, claro. Lo de acostumbrarse a vivir con la autoestima minada o que haya mujeres que todavía comulguen con la idea de que están para complacer a los hombres empeora un maltrato que existe entre nosotros. Ayer volvió a pasar por esta redacción un caso que para la mayoría puede sonar a ciencia ficción pero es real: un hombre que supuestamente impidió durante años a su pareja mariñana salir sola a la calle, saludar con un beso a otros varones o que ella pudiera quedar con las amigas. Por supuesto, control total de las comunicaciones. Vamos, le faltó obligarla a no salir muy arreglada o maquillada a la calle y convencerla de que sus celos patológicos eran señal de amor. ¿Y nadie le dijo '‘alucino, vecino' al susodicho?

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