Opinión

Andalucía vota

YO CONOCÍ la Andalucía de señoritos en el casino con limpiabotas a sus pies. De señoras de peineta y rosario después del café. De caballistas y rentistas desocupados mandando a mayorales y gañanes desde la altura de su montura. De jornaleros de sol y hambre. De manteos de clérigos serviles con la clase dominante. De casi dos millones de emigrantes a Cataluña buscando el sustento… De una ciudadanía que en contra de la UCD, entonces en el Gobierno del Estado, y de la Alianza Popular de Fraga, fue a votar a favor del Estatuto de 1981 y lo sacó adelante en igualdad histórica con Cataluña, Euskadi y Galicia por voluntad del PSOE y los andalucistas.

Una Andalucía "sociológicamente de izquierdas" hasta que la socialdemocracia abrió las puertas a la nueva Andalucía del progreso, de los valores individuales, la medicina y la cultura para todos, donde ingenuamente creímos que los rancios señoritos de gomina y taconeo nunca volverían al poder gracias a la universalización de la educación. Nos equivocamos, o se equivocaron los políticos andaluces de izquierda por tanto mirar al pasado como recurso. Sin embargo, esa misma canción sobre la derecha ultramontana andaluza la he vuelto a escuchar estos días de precampaña electoral y me temo que seguirá sonando en las jornadas de campaña hasta llegar a las urnas el día diecinueve. Quizás no hayan aprendido de la propia historia.

En paralelo, otro mito y símbolo de Andalucía hace tiempo que también se rompió. Ya no es el camino seguro hacia La Moncloa como sucedió en las epopeyas de Felipe González, Zapatero y Sánchez. Como no lo fue para Aznar, quien llegó sin el voto andaluz, pero sí gracias a la fuerza de Levante. Imitando el mismo juego tampoco Castilla y León lo ha sido para Casado. Por tanto, sorprende que Feijóo haya lanzado esa carta, al estilo de sus antecesores. Corre el riesgo de equivocarse o de verse atado por los grilletes de Vox. Si hacemos caso a las encuestas, Moreno Bonilla solo tendrá una mayoría superior a la de la izquierda si absorbe absolutamente todos los votos de Ciudadanos, lo que es mucho soñar, y seguirá dependiendo de una extrema derecha que, únicamente con esos sondeos en la mano, ha empezado por pedirle la vicepresidencia, el resto del mercadeo vendrá después. ¿Y qué dirá entonces el centrista Feijóo?

Con todo, lo realmente interesante de esta campaña andaluza será ver hasta qué punto Andalucía ha dejado de ser un importante granero de la izquierda, como presume el PP andaluz, porque allí las cifras reales de las derechas parecen estancadas en vasos comunicantes entre PP, Cs y Vox. En las anteriores elecciones ganó el PSOE en votos y escaños. El PP obtuvo el peor resultado de su historia. Sólo en la lícita negociación de despachos consiguió el gobierno desde el palacio de San Telmo. El triunfo de Javier Arenas, ahora resucitado por algunas voces, fue consecuencia de la abstención. De ahí que los socialistas jueguen con el as en la manga de la movilización mayoritaria contra un Moreno Bonilla que ya no va al casino a limpiarse los zapatos, como hizo Arenas en campaña, ni taconea por los pasillos, y ha dejado el caballo para Abascal, pero cuya gestión es neoliberal y retroactiva contra la sanidad pública, la educación y los servicios sociales. En unas semanas sabremos qué votan los ciudadanos andaluces y empezaremos a ver y escuchar encuestas trampantojos para las municipales. Hagan juego, señores.

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