Opinión

'Here come the sun'

DE TANTO PEREGRINAR a Ourense, caminando por sus calles me siento como en casa. El pasado lunes 25 me fui buscando el sol de The Beatles. El mismo tantas veces desentonado, con mi falta de oído musical, no obstante de haberlo utilizado largamente como sintonía de un programa cultural de radio allá por el principio de la década de los setenta del siglo XX. Acudí a la inauguración de la exposición sobre los escarabajos de Liverpool, pensada por Manuel Baltar y Chema Ríos, y abierta al público en el Centro Cultural Marcos Valcárcel con una magnífica puesta en escena de Xosé Lois Vázquez.

Antes de encender las luces nos obsequiaron con el documental The Beatles at Shea Stadium de 1965- 66, rodado en blanco y negro con catorce cámaras, convertido en un gran testimonio del fenómeno de la banda de rock en sus inicios, con quienes el mundo dio un giro copernicano. Viendo el entusiasmo y hasta la histeria de aquellas chicas hoy abuelas, —ellos se veían menos, pero también estaban—, de pronto tuve la percepción de haber vivido inconscientemente una auténtica revolución social sin que nadie la haya clasificado así. De semejante pasión arrancó la sinonimia de un nuevo mundo, dentro de nuestro primer mundo, sin necesidad de derrocar monarquías o dictaduras, ni quemar templos o llenar de excrementos universidades caducas.

En menos de una década aquellos cuatro chavales, de pelo más largo que elegante, más intuitivos que sesudos, más soñadores que empresarios, forjaron una nueva referencia identitaria para su generación y para las que siguieron. No, no se me diga que The Rolling Stones también navegaban en el mismo barco. Yo siempre he considerado a ese interesado enfrentamiento como un intento de los de Londres por alcanzar la gloria, con unas composiciones e interpretaciones más próximas al ruido que a la verdadera música. Los de la roca son una elemental piedra de toque del rock cuyos escándalos, por fortuna, pasarán con ellos a la historia de lo anecdótico en el universo de la música moderna.

Enfrente, el fenómeno Beatles se ha estudiado y contemplado como un prodigio contracultural y, contradictoriamente, el reconocimiento como arte para la música popular. Es fácil escuchar esto en los labios de críticos y aficionados, pero yo creo que falta por estudiar la dimensión sociológica de la ‘anormalidad’ que representaron. Sin ellos la juventud de los sesenta y setenta, madres y padres de los ochenta y siguientes, no habríamos entendido el sentido de la libertad emocional de la que actualmente son herederos nuestros hijos y nietos. (A pesar de la ola victoriana que nos invade).

The Beatles son mucho más que música, más que una nueva estética, mucho más que una simple encrucijada de la historia en el mismo momento en que el hombre pisaba la Luna y soñábamos con un mundo en paz, capaz de consagrar la guerra como un proceso frío, con las grandes armas destructivas a buen recaudo. Algo equivocados estábamos, sí. Pero no hay duda, la banda sonora de entonces y para siempre estará en los pentagramas de los Beatles.

La muestra de Ourense es un interesante recopilatorio de las imágenes y del imaginario que marcaron los caminos de los cuatro de Liverpool. Vale la pena recrearse en ellas, recordar e intuir. Como toda muestra de esta índole, los gramos de nostalgia pesan mucho. Propongo cultivarlo, como también tomar en consideración a quien ha aconsejado mantenerla como un pequeño museo. Yo quiero ir más lejos y propongo contextualizarla en un Museo The Beatles y su tiempo. Sería un buen motivo para peregrinar a Ourense.

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