Opinión

Inseguridad económica insoportable

EL FRACASO DE la globalización es un animal herido dispuesto a morir matando. Únicamente así se entiende lo que está sucediendo en la economía mundial desde 2008 hasta esta misma mañana en la que estamos conociendo los desorbitados beneficios de las entidades bancarias. El dinero es un producto que en cada vaivén se parece más a la fe de los cristianos. No sabemos cómo se fabrica pero conocemos el gran valor que adquiere en los mercados, en función de cuanto se dicta en los púlpitos. Sí, desde que el patrón oro pasó a ser papel mojado, los bancos centrales han aplicado el mecanismo de las religiones. Imponer la fe como recurso de valor sin que elaborar el producto implique inversión. Así la fe y la caridad han sido vehículos para llenar las bolsas de las catedrales. Al lado, la fe económica y los intereses han aprendido a ser la rapiña para engordar los beneficios y bolsillos de los banqueros.

Nos han hecho creer en la subida de la inflación mundial como consecuencia de la invasión de Ucrania, mientras en realidad el Banco Central Europeo y la Reserva Federal Americana estaban poniendo en marcha el viejo y eficaz consejo del Barón de Rothschild «cuando veas sangre correr por las calles es tiempo de comprar propiedades». La sangre de los inocentes y las bombas estallando a las puertas de Europa se han convertido en una buena razón para hacer caja. De lo contrario no se explica que mientras los países y sus gobiernos se endeudan los banqueros se nieguen a contribuir con ridículos impuestos. No se explica que para bajar la inflación inducida se aumenten los intereses de las hipotecas, de los créditos a las pequeñas y medianas empresas, al consumo, a la compra de bienes muebles e inmuebles… Para bajar la inflación se vacía el débil bolsillo de los pequeños ahorradores y de la ciudadanía en general obligándonos a pagar más por la energía, los alimentos, la indumentaria… pero especialmente sangrándonos hipócritamente con los intereses hipotecarios mientras los salarios se mantienen casi congelados.

La banca, nacional e internacional, en este capítulo final de la globalización (Foro Económico de Davos 2023 dixit) ha mostrado su cara de Robin Hood inverso robando a los pobres para dar a los ricos. En los últimos meses de 2022 la inflación ha empezado a caer y los gobiernos (especialmente el español) han conseguido recuperar el camino positivo de crecimiento de los índices del PIB. Contra todo pronóstico, gracias a la reforma laboral de Pedro Sánchez, en España el paro ha bajado de los tres millones de buscadores de empleo y la filiación a la seguridad social ha alcanzado la cifra récord de los veinte millones trescientos mil inscritos… Podría seguir poniendo ejemplos de progreso económico mientras la guerra de Ucrania se diluye. Extraña razón por la que el BCE continúa encareciendo el precio del euro sin otra explicación que la de tener fe en el grupo de siniestros personajes que mueven los hilos de su cúpula.

La guerra es contra nosotros, las inconsistentes clases trabajadoras, a quienes nos someten a una inseguridad económica insoportable. No sé por qué este ambiente me recuerda a aquel otro proceso que generó la histórica Revolución Francesa del siglo XVIII. Ahora no existen los conciliábulos revolucionarios, ni tenemos a la vista una Bastilla que asaltar, pero si a alguien se le ocurriera iniciar una revolución, seguramente el primer lugar para pinchar la bandera habría de ser la sede el BCE en Fráncfort del Meno.

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