Opinión

De Lázaro a Mortadelo y Filemón

EL TELÉFONO móvil se ha revelado como el principal instrumento contra la vida privada de la ciudadanía, pero no es el único aparato en nuestras vidas que nos mira, observa y delata. El televisor de su salón, el de la cocina o del dormitorio, el robot aspirador, el exprimidor de naranjas, la multicocina programable, el ordenador en el que usted escribe o por el que se asoma a una red social, la lavadora o el lavavajillas, quién sabe si el grifo de la ducha o la manta eléctrica… todos son o pueden ser terminales desde los cuales el gran hermano de George Orwell nos observa, toma nota y condiciona nuestra existencia. Estamos atrapados.

Estamos pillados y, desde la ignorancia tecnológica, podemos preguntarnos sobre cuál es la finalidad de semejante espionaje universal, por qué tiene tanto valor, quién lo paga y para qué, hasta dónde llega la soberbia económica de Elon Musk al comprar Twitter y cómo podríamos librarnos de él en caso de apuro. No sólo usted o yo, anónimos ciudadanos, sino los Estados y sus gobiernos, las grandes multinacionales, las pequeñas empresas. Todos hemos caído en la red de esta locura colectiva como inocentes pececillos creyendo que navegábamos hacia un mundo mejor, sintiéndonos más libres, con la capacidad de comunicar y escucharnos en el océano de la universalidad globalizada. Es mentira y la literatura o el cine de ciencia ficción ya nos habían avisado. El Caín de nuestro tiempo habita entre nosotros blandiendo una quijada implacable.

Además en la piel de toro hispana, gracias a la virtud de ser los inventores de la picaresca, estábamos advertidos de la sapiencia de la ceguera. Desde Lázaro de Tormes deberíamos estar preparados para no dejarnos engañar con las uvas o el vino, ni con la petulancia del hidalgo arruinado, ni por el bulero, ni por cuantos falsos religiosos conducen al personaje a tomar el oficio de pregonero… al fin, difusor de ciertas o falsas noticias. No, no crea que estoy consagrando al Lazarillo como espejo de nuestro tiempo, pero bien debiera de estudiarse y leerse en las escuelas e institutos como previsión o escarmiento de la gente nueva enganchada a la falsedad de las redes sociales y sus consecuencias. La condición humana no ha cambiado, sólo la tecnología nos diferencia del pasado.

Ahora los algoritmos han heredado a la madre amancebada de Lázaro, al negro que la contenta, al ciego astuto, al hijosdalgo pobre, al fraile mercedario, al vendedor de bulas timador… Condicionan de igual manera nuestra existencia y nos satisfacen con falsas apariencias. Pero, se me dirá, que la dimensión nos ha explotado en las manos como vemos estos días con el espionaje de compraventa realizado a políticos, quizás por el CNI o por Marruecos, con la tecnología de Pegasus, diabólico software israelí. Otro duro golpe de KO asestado a la sufrida y vieja Europa, seguramente no por casualidad.

Otro asunto es que en España sigamos siendo diferentes y nuestros espías hayan sido educados con el glorioso manual de Mortadelo y Filemón. Literatura gráfica al fin y, de nuevo, perfecta radiografía de una idiosincrasia capaz de poner en pie de soflamas a tirios y troyanos mientras el Super o el profesor Bacterio se ríen de un Parlamento donde un error al votar informáticamente puede cambiar los destinos del país. Paradojas literarias. Realidad de comic. Todos somos espiados por la T.I.A.

Comentarios