Opinión

Coltán

CUANDO todavía tintineaban en nuestras retinas las imágenes del último y exitoso Mobile World Congress celebrado en Barcelona y sus asombrosos avances tecnológicos -al margen las chuminadas de los políticos-, un sacerdote congoleño afincado en España -Willy Milayi- ha sacado de la ensoñación a quienes desconocían la parte más obscura de esa rama de las nuevas tecnologías. Él conoce muy bien ese envés, pues su país de nacimiento, la República Democrática del Congo, tiene un protagonismo estelar en el proceso de fabricación de los teléfonos móviles. Una nación poseedora de una exuberancia sin par de recursos naturales, muchos de ellos estratégicos en la actualidad, pero situado entre las naciones más pobres del mundo. La ONU la posiciona en el lugar 155 de 173 países. Es la paradoja de la “maldición de la abundancia”. La RDC es el mayor productor mundial de ese escasísimo nuevo “oro negro” fundamental para las nuevas tecnologías, el coltán. De sus minas sale el 80% de la producción del planeta.

Los niños congoleños constituyen un elemento fundamental en la explotación del coltán. Según UNICEF, 40.000 de ellos trabajan en las minas. Sus diminutos cuerpos son ideales para la extracción del preciado metal. De seguir al religioso antes citado, comienzan a trabajar a los cinco años. Afrontan una jornada de doce horas, de seis de la mañana a seis de la tarde. Perciben por su trabajo un dólar diario. La mortandad es elevada a causa de accidentes, castigos físicos, secuelas del trabajo, radiaciones tóxicas... Una muerte diaria o dos fallecimientos por kilogramo de coltán procesado es la cifra aceptada sin desavenencias por los especialistas en el tema. En este contexto, los niños constituyen una mano de obra barata y sumisa. Ellos son el primer y básico eslabón de una cadena de un opíparo negocio superior a los 3,3 billones de dólares anuales, más del 4,4% del PIB mundial. Pero todavía hay algo peor. Las terribles secuelas provocadas por la guerra derivada del control del coltán. Una de ellas, denunciada por Willy Milayi, son los 70.000 niños sin hogar de la República Democrática del Congo. De ellos, unos 20.000 pululan en la miseria y el abandono por las calles de su capital, de Kinshasa. ¿Nos causará asombro si algún día quieren ir al lugar de residencia de los principales receptores del mineral expoliado?

Aproximadamente un 70% de los habitantes del planeta poseen, poseemos, en la actualidad un teléfono móvil. La cifra de dispositivos digitales supera hoy en día los 30.000 millones. La previsión es de sobrepasar los 50.000 millones en 2020. ¿Conocen, conocemos, todos los usuarios las realidades políticas, económicas, sociales... enmarcadas en su lado más obscuro? ¿Cuántos son, somos, conscientes de la existencia en la RDC de minas de coltán verdes -oficiales- y minas de coltán rojas -clandestinas-? Las primeras únicamente producen el 2,8% del total de coltán extraído. Bueno, gratificador resulta la remoción de conciencias provocadas por denuncias como la efectuada hace unos días por Willy Milayi, aunque fuese algo bien conocido.

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