Opinión

El Monje Volador

¿CUÁNTAS VECES la apariencia está situada en las antípodas de la realidad? Nada nuevo descubro si afirmo que incontables son los casos. ¿Puede una mentira enmascarar una actuación admirable? Por supuesto. El responsable de uno de esos casos acaba de ser homenajeado hace escasos días. La mentira se mantuvo durante más de sesenta años. Él se fue con su secreto a la tumba. Durante más de seis décadas uno de los más grandes ciclistas de todos los tiempos fue considerado como una figura deportiva de Mussolini, un icono del régimen utilizado con fines propagandísticos. Un fascista, dirían muchos en un lenguaje cotidiano. Nada más lejos de la realidad.

Gino Bartali marca el final de un tipo de ciclista. De quienes nada sabían de tácticas, equipos o dietas. Todo era fuerza natural y corazón. Capaz de realizar escapadas en solitario de más de 200 km. y situarse como primer clasificado en el Tour o en el Giro. De subir en solitario a las más altas cumbres de ambas competiciones por aquellas carreteras en muchos casos sin asfaltar con un sol abrasador, lloviendo o cubierto de barro. Así gano tres veces la ronda italiana y dos la francesa. Su palmarés pudo ser mayor, pero la II Guerra Mundial, con la paralización de las competiciones, se lo impidió.

Hombre de profundas creencias religiosas, el Monje Volador fue una de las piezas fundamentales de una red clandestina dedicada durante la II Guerra Mundial a salvar vidas humanas. Conventos, monasterios, abadías y la Iglesia Católica formaban parte de la infraestructura. Dos personas jugaron un papel clave en su creación: el judío toscano Giorgio Nissim y el cardenal Elia Dalla Costa. Bartali pasó a formar parte de la organización por su relación personal con el responsable religioso. Su función consistía en llevar escondida, fundamentalmente en el interior del cuadro de su bicicleta dorada, la salvadora documentación falsificada. La acción se desarrollaba durante los largos entrenamientos de Bartali entre Florencia y Asís. En más de 45 ocasiones puso en riesgo su vida. El resultado, una lista con más de 800 personas salvadas de perecer en los campos de exterminio nazi. Pero el Monje Volador fue más allá, pues durante diez meses dio cobijo en una vivienda de su propiedad a la familia judía de los Goldenberg.

Vigente todavía el embuste, Bartali falleció en el 2000. Tres años después, los hijos de Nissim descubrieron entre los documentos de su padre la información detallada de la odisea. En octubre de 2013, Yad Vashem –la institución que honra a las víctimas del Holocausto– declaró a Gino Bartali "Justo entre las Naciones". Hace unos días, antes del comienzo de la actual edición de la ronda italiana que este año partió de Israel, en el Museo del Holocausto fue declarado Ciudadano Honorífico de Israel. También fue homenajeado por el Giro en la primera etapa. En estos tiempos de postureo, de banalidad sin fin, bueno es recordar las palabras de quien tantas veces puso en juego su vida por salvar la de los demás: "El bien se hace, pero no se dice, ¿sino qué bien es ese?". Gino Bartali leyenda del deporte y de la bondad humana.

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