Opinión

Hizo volar el agua

FUE UNA de las figuras más destacadas del panorama técnico-científico de los inicios de la Modernidad. De ese período conocido como la Edad de lo Nuevo, espacio temporal comprendido entre el Renacimiento y la Revolución Científica. Nació en Cremona hacia el 1500, pero su obra la realizó bajo el auspicio de la Monarquía Hispana. La relativa fama alcanzada en su tierra natal llegó a oídos del César, quien lo recibió por primera vez en 1545. A partir de entonces y hasta su muerte en Toledo en 1585, durante cuatro décadas, bajo el mecenazgo de Carlos V y Felipe II, Juanelo Turriano realizó en suelo hispano algunos de los más asombrosos ingenios mecánicos de la época.

Dos relojes astronómicos, el Mocrocosmos y el Cristalino, fueron sus primeras grandes obras en la Corte. El Cristalino, además de estar considerado como el reloj más preciso de la época, marcaba la hora del Sol, la Luna y los planetas conocidos en la época. Carlos V lo nombró Relojero de la Corte y en 1551 le asignó una pensión vitalicia de 100 escudos de oro. Esa cantidad fue doblada por Felipe II quien además lo tituló Matemático Mayor. Participó tanto en la reforma del calendario de Gregorio XIII, como diseñó las campanas del Escorial por encargo de Juan de Herrera. Los artilugios creados por Turriano fueron múltiples y a cada cual más asombrosos. De todos ellos, el más famoso fue un autómata –equivalente a los actuales robots– que caminaba por las calles de Toledo, conocido como el Hombre de Palo. En su honor una de las calles de la ciudad castellana lleva ese nombre en la actualidad. Pero su gran obra fue un desafío a las leyes de la Naturaleza que causó asombro internacional: El Artificio de Juanelo o Ingenio de Toledo. Con él, el agua, utilizando su propia energía hidráulica, salvaba un desnivel de 100 metros con una pendiente media del 33% y abasteció durante décadas con agua del Tajo a Toledo. El ingenio es visible en la Vista de Toledo del Greco.

Juanelo Turriano y sus realizaciones aparecen en las obras de Cervantes, Quevedo, Góngora o Lope de Vega. Para sus contemporáneos era el segundo Arquímedes o el nuevo Dédalo. Ambrosio de Morales en Las Antigüedades de las Ciudades de España (1575) escribe sobre "sus extraordinarias capacidades y sus excepcionales creaciones". En vida recibió honores inusuales para un científico de su época, caso del busto en mármol de Pompeo Leoni o la medalla acuñada obra de Jacometrezo. Desconociéndose las causas con exactitud, murió en la más absoluta indigencia y cayó en el olvido.

Ahora, la Biblioteca Nacional de España (BNE) ha rescatado su memoria con Juanelo Turriano, genio del Renacimiento. Una exposición sobre su obra y su figura abierta en la Sala de las Musas de la institución hasta el próximo 6 de mayo. Hora es de hacer justicia y salga de tan inaudito ostracismo una figura de la talla mundial del nivel de Juanelo Turriano.

Comentarios