Opinión

Josefina Samper Rojas

EL PASADO martes 13 de febrero falleció una de esas mujeres a quien Bertold Brecht incluiría sin dudarlo en su catálogo de "fundamentales". Lo fue para nuestro país y sus últimas décadas. Nos dejó con toda discreción. Así vivió la mayor parte de su vida, opacada por la figura con quien compartió la mayor parte de los años de su existencia. Sin embargo, cuando el paso del tiempo genere la perspectiva histórica necesaria para todo estudio de Clío, alcanzará sin duda un gran relieve. De sus manos salió uno de los iconos de la Transición española. Una prenda de vestir, auténtica tendencia de la moda del momento. Ineludible para toda persona de izquierdas eran aquellos jerséis de cuello alto. Pero ante todo, ella fue una de las pioneras del feminismo español. Su lucha feminista fue muy diferente de esas versiones actuales de las miembras y las portavozas. El suyo era pura enjundia, pues desafió y se enfrentó frontalmente a la dictadura de Franco. En esta sociedad de la desmemoria, en el momento de su muerte, no debemos olvidar que ella fue una de las principales impulsoras de la creación en 1965 del Movimiento Democrático de Mujeres de España; guste o no, el germen, o uno de los gérmenes, del actual movimiento feminista español.

Josefina Samper Rojas nació en Fondón, en la Alpujarra almeriense, el 8 de mayo de 1927. Su padre, minero, emigró a Orán cuando ella contaba tres años de edad. En Argelia se reencontraron al año siguiente. Comenzó a trabajar en un taller de confección de prendas de vestir a los 12 años. A esa edad ya había asumido el compromiso político que mantuvo durante toda su vida. Entonces organizaba a los jóvenes de su barrio como alarmas para proteger a los refugiados políticos. Poco después fue una de las principales responsables de la puesta en marcha de una primitiva cooperativa dedicada a la fabricación de zapatillas de rafia para ayudar a familias de emigrados políticos. Todo cambió para ella cuando, con 17 años, como miembro de un grupo de apoyo a refugiados políticos recibió el encargo de organizar el recibimiento a tres presos políticos huidos de un campo de concentración de Tánger. Uno de los fugados era Marcelino Camacho. Se casaron cuatro años después, el 22 de diciembre de 1948. Juntos abandonaron también el modesto piso sin ascensor de Carabanchel donde vivían cuando la enfermedad de él les obligó a mudarse en 2010. Aunque por supuesto su honestidad –por encima de ideologías– no es única en el actual mundo político español, por desgracia la actuación de una gran parte nada en sentido contrario.

Escueto ha sido el comunicado de CC OO a nivel estatal ante su muerte. A nivel autonómico de Galicia o local de Pontevedra no me consta ningún pronunciamiento. Fervientemente deseo estar en un error y tener que pedir disculpas. Las manifestaciones del movimiento feminista debieron ser muy tímidas pues tampoco transcendieron en demasía. Dejemos entonces que el tiempo, ese juez implacable, ponga las cosas en su sitio y sitúe en el lugar preeminente que le corresponde a Josefina Samper Rojas. Una de las pioneras del feminismo español y una permanente luchadora social.

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