Opinión

Juana de Habsburgo

LA ESPLÉNDIDA exposición La otra Corte. Mujeres... fue el eje central de esta columna la semana pasada. La gran protagonista de la muestra madrileña es, sin duda, una de las grandes estadistas mundiales del siglo XVI. Permítaseme el anacronismo pues de aquella no existía el actual concepto de Estado. Debido a una serie de condicionantes mentales únicos en el mundo, en el siglo XXI es una gran desconocida para gran parte de quienes viven donde ella lo hizo la mayor parte de su existencia y donde nació. Como hace siete días únicamente daba unas tenues pinceladas, hora es de contribuir con nuestro granito de arena a poner en valor a quien de un modo magnífico gobernó al mundo durante convulsos años. Pero no fue ella la única dirigente hispana durante la centuria del Quinientos. También dejaron buena muestra de ser óptimas mandatarias mundiales su madre Isabel, su hermana María, su tía Margarita. ¿Puede algún otro país ofrecer hecho similar? De justicia es reconocer que la mejor de todas fue Juana de Habsburgo, Juana de Austria.

Hija menor de Carlos de Gante e Isabel de Portugal, fue la regente del mayor imperio del mundo durante un lustro, de 1554 a 1559. Durante su mandato encontramos fruslerías como la aplastante victoria sobre Francia en la batalla de San Quintín, aunque los manuales asignen la gloria a su hermano mayor, a Felipe II , quien, en ese momento estaba en Inglaterra como rey consorte. Entre otras menudencias de la mano de hierro de Juana de Habsburgo durante su mandato encontramos haber sido capaz de plantar cara a los grandes banqueros mundiales del momento —Fugger, Welser...— y declarar la primera suspensión de pagos de la Monarquía Hispana. Supo apartarse y dejar el mando a su hermano cuando este regresó a la Península Ibérica. Pruebas de su alto concepto de estadista ya las había dado antes, cuando al fallecer su esposo el príncipe de Portugal dejó Lisboa y un bebé de pocos meses al cual nunca volvió a ver para asumir la regencia antes citada. Antepuso así los intereses de la Corona al desgarro que para toda madre —reina o plebeya— significa apartarse de un hijo recién nacido. El único que tuvo.

Con luz propia también brilló Juana de Habsburgo como mecenas del arte. Fue una de las personalidades más destacadas del coleccionismo y el patrocinio artístico mundial durante la segunda mitad del siglo XVI. Quizás sus mayores logros fueron las fundaciones de las Descalzas Reales en Madrid y el Real Colegio de San Agustín en Alcalá de Henares. Portadora de fuertes convicciones religiosas, en su haber quedó un hecho inaudito y sin parangón, ser la única mujer jesuita en la historia de la orden religiosa. A pesar de su vida en la Corte, no la cegaron el lujo y el boato, sobre todo después de su regreso de Portugal. Un cáncer la arrasó en plenitud vital cuando únicamente contaba treinta y ocho años de vida. Descansa en el convento de las Descalzas Reales en un sepulcro obra de Pompeo Leoni.