Opinión

La guerra olvidada

PTOLOMEO, AL referirse en el siglo II d/C a la península Arábiga, diferenciaba entre una 'Arabia Felix' y una 'Arabia Deserta'. La 'Arabia Feliz' ocupaba el sur de la península. El resto, la 'Arabia Deserta', era un territorio yermo, pobre, mísero.

Por contra, presenta a la primera como una tierra fértil, húmeda, rica en vegetación. La riqueza también era monetaria, pues debido a su emplazamiento entre Asia y el Mediterráneo fluía el oro, el marfil, la seda, el incienso, la mirra... Desde el mito, el Reino de Saba habría estado enclavado allí. Hoy en día, ese espacio geográfico lo ocupa Yemen, el país árabe más pobre. En su territorio se está desarrollando una terrible guerra silenciada por los medios de comunicación internacionales e ignorada por Occidente. Los pozos petrolíferos de Yemen se han agotado hace tiempo.

En el proceso jugó un papel decisivo la corrupción de sus dirigentes. Según Transparencia Internacional, Yemen presenta uno de los índices más altos de corrupción del planeta y de un total de 176 países ocupa el puesto 170.

Yemen del Norte consiguió la independencia en 1918 al desmembrarse el Imperio Otomano. Nacionalistas y republicanos, apoyados por Arabia y el Egipto de Naser respectivamente, dirigieron el nuevo país durante décadas. Yemen del Sur fue protectorado británico hasta 1967. Al conseguir la independencia se convirtió en el único Estado árabe comunista. En ese contexto, los enfrentamientos bélicos entre ambos países fueron varios. Con la caída de la Unión Soviética, los dos se unieron, pero las disputas permanecieron. En 1994 se produjo una guerra civil. La 'genial ocurrencia' occidental de la Primavera Árabe tuvo un eco significativo en Yemen, pero al igual que en el norte de África empeoró la situación. El conflictivo contexto desembocó en 2014-15 en la actual guerra. La misma es todo un pandemónium tribal, religioso, secesionista... Para que nada falte, al Qaeda y el Dáesh tiene un gran protagonismo. En la disputa entre los dos grupos yihadistas se produce el hecho inusual de ser hegemónica la primera.

El 26 de marzo se cumplieron tres años del inicio de la intervención militar de la coalición de países suníes -Bahréin, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Marruecos, Qatar y Sudán- liderados por Arabia Saudí. La guerra civil en curso desde 2014, decantada hacia los chiíes huties, modificó su recorrido. A partir de entonces el gran perdedor ha sido el conjunto de la población yemení. Naciones Unidas alertaba a comienzos del mes pasado de haber desencadenado la guerra una de las peores crisis humanitarias mundiales. Tres cuartas partes de la población necesitan de forma urgente ayuda y protección. Para una población de 27,58 millones de habitantes, más de ocho millones están abocados a morir de hambre. La OMS afirma que la mayor epidemia de cólera del planeta se está produciendo en Yemen. UNICEF considera al país arábigo “el peor lugar del mundo para ser niño”. El pasado 10 de julio la ONU cifró en 842 los niños reclutados en 2017 como soldados, entre ellos uno de 11 años. Los grandes vencedores son al Qaeda y el ISIS.

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