Opinión

Las brujas pontevedresas

DIFÍCIL, sumamente complejo, cuando no imposible, resulta adentrarse en ocasiones en las decisiones de nuestros políticos e intentar buscar una explicación racional a sus resoluciones. El hecho es más inexplicable cuando cuentan con mecanismos de asesoramiento; los cuales, de funcionar correctamente, deberían alejarlos de ciertas "ocurrencias". En ese marco de lo inconcebible se encuadra uno de los últimos acuerdos del Ayuntamiento pontevedrés, rendir homenaje a través de su callejero a las mujeres represaliadas por la Inquisición por prácticas de brujería. Quienes así lo acordaron, por ignorancia, sectarismo u otra razón desconocida, no tuvieron en cuenta que quien hoy en día es España –y por extensión Galicia– fue abanderada en la defensa y protección de aquellas infelices. Sus medidas de defensa se adelantaron cien años o más al conjunto de países europeos. Además, tampoco es necesario poseer eruditos conocimientos para saber que una de las principales características de la actuación del Santo Oficio en Galicia fue la laxitud.

A finales del siglo XVI y comienzos del XVII una pandemia en forma de caza de brujas recorrió buena parte de Europa. Destacada fue la fiebre persecutoria en el sur de Alemania. Dentro del paroxismo, el juez Pierre de Lancre generó en Labort –Francia– decenas de piras de carne humana. Por extensión, el onírico proceso se trasladó a las montañas de Navarra. Los hechos concluyeron en el Proceso de Logroño de 1610. Dentro de él surgió la inmensa figura del inquisidor Alonso de Salazar Frías. El religioso denunció de forma sistemática la manipulación del proceso. Su empeño en defensa de aquellas "brujas" logró que a partir de entonces en los territorios tanto peninsulares como coloniales de la Monarquía Hispana las sanciones contra ellas fuesen leves, cuando no inexistentes. Mientras, durante más de una centuria, las hogueras siguieron brillando con todo su dramático esplendor en Francia, Alemania, Dinamarca... El mito de la quema de brujas en España no forma parte de la Leyenda Negra. La figura de Alonso de Salazar Frías es reconocida a nivel mundial. Obra de referencia sobre su vida es The Witches Advocate. Basque Witchcraft and the Spanish Inquisition del danés Gustav Henningsen –una persona estrechamente ligada con Galicia–. Publicada por la Universidad de Nevada y traducida a varios idiomas, existe edición en castellano.

Todavía podemos abundar más en lo afirmado. Una figura mitificada en Galicia es la de María Soliña. ¿Hablaríamos de ella o citaríamos los autos de fe de Galicia si hubiesen sido cientos y miles las sacrificadas como sucedió en el resto de Europa? Precisamente lo inusual de su lamentable ajusticiamiento fue lo que generó el impacto psicológico en nuestro Noroeste. En el caso actual, una vez más llama la atención el silencio mostrado por el resto de los partidos políticos municipales pontevedreses y los historiadores locales. Lejos parece quedar aquella Pontevedra considerada la Atenas de Galicia.

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