Opinión

La pedrea española del Brexit

A mediados del mes pasado, cuando todavía resonaban los ecos del fiasco de la no concesión a España de la Agencia Europea del Medicamento y sus más de mil empleados de alta cualificación, una noticia fue difundida a bombo y platillo en nuestro país. Se trataba de la concesión a España del Centro de Apoyo para laSseguridad y Monitorización del Proyecto Galileo. En el fondo, un apéndice –relevante, pero simplemente una "filial"– del centro principal ubicado en la ciudad francesa de Saint-German-en-Laye, en las afueras de París. Hasta el presente, el centro de apoyo concedido a España funciona en Swanwich al sur de inglaterra y debe abandonar el Reino Unido por cuestiones de seguridad a raíz del Brexit, a pesar de mantenerse el país sajón en el proyecto. Su ubicación en Madrid costará al erario público español cuatro millones de euros. A ellos se deberán unir dos millones anuales necesarios para su funcionamiento operativo. Como contrapartida se asegura el traslado a España del único puesto de trabajo actual del centro en Inglaterra, aunque las previsiones más optimistas indican se podría llegar a 30 empleos cuando se encuentre en pleno funcionamiento.

El contraste de la noticia con la hemeroteca parece indicar como hasta cierto punto se ha vendido la piel del oso antes de cazarlo. Debido a la aprobación del Brexit, medios de comunicación españoles llegaron a considerar a España como el tercer país de europa mejor situado para, en algún sector, recibir la inversión extranjera que debía abandonar el Reino Unido. Madrid sería la quinta ciudad más atractiva de europa, mientras Barcelona se situaba en décimo lugar. Al socaire, la Comunidad de Madrid creó una oficina especial, la Think Madrid "comisariada" en Londres por el economista Daniel Lacalle, con el fin de atraer inversiones generadas por el previsible éxodo provocado por el Brexit.

Según aquellas halagüeñas previsiones, el banco suizo UBS o Uber serían algunos de los destacados mirlos blancos prestos a desembarcar en nuestro país. Su efecto, a modo de bálsamo de fierabrás sobre nuestra maltrecha economía, estaba asegurado. Pero, ¿ha quedado todo en simple agua de borrajas, o en fechas próximas asistiremos a una inflexión de la evolución mostrada hasta el presente? Ahora bien, todavía puede suceder algo peor. De aplicar la Federación Inglesa de Fútbol a los jugadores comunitarios los mismos criterios que a los extracomunitarios, únicamente podrían jugar en la Premier League quienes en los dos años anteriores a su fichaje hubiesen jugado con su selección un mínimo del 30% de sus encuentros si está entre las diez primeras del mundo; el 45% de aparecer entre los puestos 11 y 20. Una auténtica tragedia podría sacudir entonces España. Para una buena parte de nuestra sociedad, pase lo de las empresas, pero lo otro sería toda una afrenta.

Bromas aparte, sin entrar a analizar las causas, la evidencia, a día de hoy, muestra que nuestro país no está rentabilizando de forma óptima las posibilidades ofrecidas por el Brexit. Son otros quienes se están llevando la parte magra. Siendo muy generosos en la afirmación, a nosotros simplemente nos está correspondiendo la pedrea.

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