Opinión

Pioneras

NO SIEMPRE resulta fácil discernir las causas por las cuales alguien realiza una serie de afirmaciones que no resisten la más mínima constatación y, en el fondo, son un ataque a la inteligencia más elemental. Un buen ejemplo lo hemos tenido hace unos días en un extenso artículo publicado en uno de los rotativos más importantes de nuestro país, posiblemente el primero. en él, la autora convertía a Concepción Arenal en la pionera de las literatas españolas. No seré yo quien ponga en duda la enorme valía de la ferrolana, pero antes que ella otras españolas alcanzaron la cima de las letras y el reconocimiento mundial. por lo tanto, al César lo que es del César y a las pioneras hispanas de las letras lo que es suyo.

La autora del artículo no es una persona sin formación académica. su currículum la presenta como doctora en literatura por la Universidad de Barcelona y profesora titular de literatura española e hispanoamericana en la misma universidad. para la docente, el mundo parece iniciar su andadura en el siglo XiX. por lo tanto, en esa centuria sitúa a las primeras literatas, a las cuales “la cultura española no se lo puso fácil”, pues “pronto comprendieron que su tiempo no había llegado, pero no cejaron en su lucha por abrirse camino en medio de una cerrada misoginia”. si hubiese tenido una amplitud de miras mayor, en siglos inmediatamente anteriores habría encontrado una situación diferente. Hubiese topado con una Luisa de medrano, posiblemente la primera catedrática universitaria mundial, sustituta de Nebrija como docente en la universidad. De ella Lucio marineo sículo afirmaba: “Tu que en las letras y elocuencia has levantado bien alta la cabeza por encima de los hombres”. Universitaria también fue Beatriz Galindo. A esa fémina, y no a un hombre, eligieron isabel de Castilla y Fernando de Aragón como preceptora y responsable de la formación intelectual de sus hijos. Larga e ilustre es la lista a partir de estos magnos ejemplos. Como consecuencia, por razones de espacio únicamente podemos citar el nombre de algunas: maría de Zayas –elogiada por Lope de Vega-, Ana Caro de mallén, Juana inés de la Cruz, Juliana morell...

En su lúgubre descripción de la centuria decimonónica nuestra autora cita a Cecilia Böhl de Faber –Fernán Caballero-. sorprende ignore entonces a quien le dedicó sus “Cantares Gallegos”. ¿Acaso fue por ser rosalía de Castro de las que “aceptaron una masculinización impuesta”? ¿es su lírica varonil? en el onírico mundo de la autora, únicamente Harzenbusch defendió a las mujeres. si otra vez hubiese retrocedido un poco habría encontrado a un sabio benedictino gallego, el padre Feijoo, quien en el siglo XViii en su “Defensa de las mujeres” afirmaba: “sepan, pues, las mujeres, que no son en el conocimiento inferiores a los hombres: con eso entrarán confiadamente a rebatir sus sofismas, donde se disfrazan con capa de razón las sinrazones”. Concepción Arenal es la disculpa, pero no el eje central del discurso del artículo. otro es el visceral mensaje subliminal. pero, ¿puede una persona con su formación ignorar los casos citados? ¿No resulta evidente ser otro el objetivo buscado?
 

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