Opinión

Preservar el sefardí

DESPUÉS de dos días de debate en convención, el pasado martes día veinte se ha dado un paso decisivo para cerrar un círculo mundial. Colombia fue la primera en crear un organismo de referencia en 1871. Después el proceso recorrió América en gran parte de su totalidad y Filipinas. Guinea, en 2016, fue la última en incorporarse hasta el presente. De no surgir sorpresas indeseadas, en otoño del próximo año cobrará vida y forma el miembro número 24 de la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española). El proyecto viene de atrás y ha tenido como uno de sus principales valedores a un gallego, a Darío Villanueva. El gran impulso final se dio en 2015 cuando la Real Academia Española nombró a diez –u once, según se mire– académicos correspondientes. Ahora, el martes de esta semana, la RAE, la Fundación Hispanojudía y la Autoridad Nasionala del Ladino i su Kultura han firmado en Madrid el acta fundacional de la Academia Nacional del Judeoespañol. Únicamente falta el visto bueno del Gobierno de Israel, pues allí tendrá su sede. De confirmarse la previsión, este eslabón cerrará el espectro mundial de los países donde se habla la lengua oficial de España.

Sefardí, ladino, judeoespañol, judezmo, haketía, español muestro... son algunos de los nombres de la lengua mantenida viva durante más de cinco siglos por quienes fueron expulsados de Sefarad en 1492. No se trata de un castellano medieval fosilizado, pues evolucionó incorporando variantes y préstamos locales de los diferentes lugares de asentamiento de las distintas comunidades sefardíes. Múltiples fueron los embates sufridos por esta lengua, parte del patrimonio cultural español, durante la diáspora. Los peores momentos los vivió durante el Holocausto. Tampoco ayudó a su conservación la imposición del hebreo como lengua oficial en la constitución del Estado de Israel. Pero fue capaz de resistir y llegar viva a la actualidad. Como declaraba el año pasado Darío Villanueva, su preservación “fue una heroicidad”.

Hoy en día asistimos a una cierta revitalización del idioma. Según declaraba el martes Shmuel Refael Vivante, miembro del comité ejecutivo de la Autoridad Nasionala del Ladino i su Kultura y director del Centro Neime y Yehoshua Salti para el estudio del ladino, “en Israel hay unas 300.000 personas que lo conocen, a las que se suman unas 200.000 en el resto de países”. Además de Israel, Bosnia, Serbia, Macedonia, Bulgaria, Turquía, EEUU y América Latina albergan comunidades sefardíes. Varias son las universidades que potencian su estudio. Entre las más activas aparecen la Hebrea de Jerusalén, la Ben Gurion, el Centro Moshé David Gaón y la BarIlán. También se ha recuperado la capacidad de realizar publicaciones escritas y existen programas de radio emitidos en la lengua de los desterrados de Sefarad. Es un patrimonio cultural que se debe cuidar. Sirva una anécdota como muestra de su valía. Cuando utilizamos el refrán “quien con niños se acuesta meado se levanta” deberíamos decir en realidad, pues es suyo, “el ke se eça kon kkriyaturas se alevanta pişado”.

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