Opinión

Siete décadas de DUDH

EL PASADO lunes se cumplieron setenta años de la aprobación de uno de los documentos más esperanzadores y referenciados de la Humanidad. También, de los más vulnerados e ignorados de forma sistemática. En un tono coloquial podemos afirmar que con él se han llenado, llenan y llenarán la boca gobiernos, políticos, grupos de presión..., habidos y por haber. Aunque no guste la afirmación, siete décadas después de su refrendo, la Declaración Universal de Derechos Humanos es un acuerdo cada vez menos respetado en muchos países del planeta.

La Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III) aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos en París el 10 de diciembre de 1948. Los 30 artículos del documento recogen los considerados derechos humanos fundamentales a partir de la Carta de San Francisco de 26 de junio de 1945.

El grupo encargado de la redacción estuvo compuesto por 18 miembros integrantes de distintas y, en ocasiones, antagónicas formaciones políticas, culturales y religiosas. De ellos destacó el protagonismo de ocho integrantes: Eleanor Roosevelt –viuda del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt–, René Cassin (Francia), Charles Malik (Líbano), Peng Chun Chang (China), Hernán Santa Cruz (Chile), Alexandre Bogomolov / Alexei Pavlov (Unión Soviética), Lord Dukeston / Geoffrey Wilson (Reino Unido) y William Hodgson (Australia). En la votación final participaron 56 de los, entonces, 58 Estados miembros de la Asamblea General de la ONU. Nadie votó en contra, aunque se abstuvieron Arabia Saudí, Sudáfrica, la Unión Soviética y los países de su órbita del Este de Europa.

En la realización de la Declaración Universal de Derechos Humanos destacó el protagonismo de una serie de mujeres: la citada Eleanor Roosevel, la hindú Hansa Mehta, la paquistaní Begum Shaista Ikramullah, la danesa Bodil Begtrup, la francesa Marie-Hélène Lefaucheux, la bielorrusa Evdokia Uralova, la dominicana Minerva Bernardino... Si a la primera se le reconoce un papel fundamental y un gran dinamismo en la redacción del documento, a la segunda se le atribuye haber modificado uno de los pasajes centrales del mismo. Su aportación hizo que el original "Todos los hombres nacen libres e iguales", pasase al definitivo "Todos los seres humanos nacen libres e iguales".

Desde el Cilindro de Ciro (±538 a/C), obra del aqueménida Ciro el Grande y considerado de algún modo el primer documento sobre derechos humanos, larga ha sido la trayectoria y múltiples los intentos de codificar tan elemental derecho. Por desgracia la consecución generalizada de derechos inalienables inherentes a los humanos sin considerar su raza, color de piel, religión, sexo, idioma, opción política, orden social, lugar de nacimiento... –principios básicos contenidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos–, sigue siendo una utopía en la actualidad. Los medios de comunicación dejan buena constancia de ello en el devenir diario.

Comentarios